Creo que las preposiciones que anteceden a algunos apellidos comunes, más que indicar alta alcurnia o pijerío impostado son nada más y nada menos que una demostración de fuerza y poderío. Demostración palpable quiero decir. Dolores Cospedal García entró en la universidad sin preposiciones, pero cuando se licenció en Derecho ya se había arreado el «de» en el primero y había adornado el García con la «y». En solo dos años preparó y aprobó las oposiciones para abogado del Estado, con 26 ya formaba parte el Cuerpo Superior, y el martes pasado, en un intento desesperado de defender su propia honorabilidad y la del partido, llenó de tachones su corta, pero muy bien aprovechada, carrera jurídica. Que la sentencia del caso Gürtel emitida por tres jueces es muy poco jurídica y muy tendenciosa, dijo. Que nunca ha habido una caja b en el PP con la que el partido se haya financiado ilegalmente, y que los argumentos de los jueces en una sentencia no son palabra de ley, que se equivocan, que no son infalibles. Y que ese López Hierro que aparece en los papeles de Bárcenas, el que venía a «soltar el mondongo» en la trama Gürtel, según un testigo cualificado, no es su marido. Claro que no, su marido tiene una rumbosa preposición en medio de sus apellidos, que así es como aparece (en diferido, es verdad) en muchos de los tejemanejes de corrupción que investigan la Fiscalía y la UDEF. Cospedal estuvo muy brava hasta que un diputado sin preposiciones, Rufián, a secas, se le encaró: «Dígame un solo caso de corrupción en ERC». Y la abogada del Estado ya no supo qué decir. H *Periodista