Después de los desafíos de la sesión de investidura del presidente de la Generalitat de Cataluña, han empezado a oírse conceptos distintos: «diálogo» y «desescalada» son ahora las palabras dominantes de Quim Torra, que acudió a Berlín como primer acto tras ser elegido para rendir pleitesía al «presidente legítimo» y tratar con Carles Puigdemont de la estrategia que van a seguir. Aunque Puigdemont señaló que Torra tomará todas las decisiones, el sucesor insistió en que él es un «auxiliar» hasta que su antecesor pueda ser «restituido» en el cargo, otra de las palabras fetiche de la nueva etapa.

La oferta de diálogo es positiva, pero para que sea sincera no debe limitarse a un movimiento de tanteo y ha de alejarse de iniciativas anteriores, como cuando Puigdemont pedía hablar con Mariano Rajoy de «referéndum o referéndum». Ahora puede suceder algo parecido, porque Torra y Puigdemont exigen la retirada inminente del artículo 155 --algo que ya está previsto en cuanto se forme Govern-- y el cese del control de las cuentas de la Generalitat, condición que Rajoy y el líder socialista, Pedro Sánchez, no parecen dispuestos a conceder. El presidente del Gobierno acepta dialogar, pero «siempre dentro de la ley», una posición de la que no se ha movido nunca y que respalda sin complejos el PSOE.

Por el contrario, no parece que Torra y Puigdemont estén dispuestos a acatar la legalidad, porque siguen hablando de la construcción de la república y del poder repartido en instituciones fuera de la ley. Está muy bien que Puigdemont diga que Torra gobernará para todos los catalanes, pero otras afirmaciones demuestran que ambos están pensando solo en la mitad de ellos, como cuando el nuevo president sostiene que los políticos presos lo están solo «por hacer lo que les pedía el pueblo».

Rajoy y Sánchez han optado por dejar gobernar a Torra y aplicar el 155 a la primera ilegalidad, y de una manera más contundente y prolongada. Es una posición mucho más razonable que la que defiende Albert Rivera, partidario de prolongar ya el 155, incumpliendo el acuerdo del Senado que su partido respaldó. Rivera solo piensa en rebañar votos a cuenta de Cataluña y cree que la extrema dureza es la mejor forma de lograrlos. Las intenciones de Torra han de ponerse a prueba y empezar a gobernar es la mejor forma de hacerlo.