Una de las dimensiones que se utilizan para medir la calidad de una democracia es la responsabilidad vertical. Sería algo así como la capacidad que tiene la ciudadanía para pedirle cuentas al político. La forma más directa es con las elecciones: si un representante público no ha cumplido, no se le vota. Claro que eso solo sucede cada cuatro años. Pero hay más posibilidades. Cifuentes ha engañado a todo el mundo, pero nadie puede apretar un botón y mandarla a su casa. Los medios de comunicación cumplen una función fundamental para, no solo denunciar los hechos, sino para exigir las explicaciones pertinentes. Una buena forma de medir la calidad democrática es, como explican muchos autores, analizar si un país, o una comunidad autónoma, tiene unos medios independientes, capaces de demandar a sus representantes públicos la responsabilidad que les exigen los ciudadanos. Lo que ha funcionado con el caso Cifuentes, falla en otras ocasiones. En Aragón, el Gobierno puede colocar a la hija de un alto cargo para un puesto ajeno a su profesión, y que el asunto se salde en dos titulares, sin crítica alguna. Sin presión. El PP pedirá explicaciones, pero poco más. Me pregunto qué hubiese pasado si esto lo hubiera hecho Zaragoza en Común en el ayuntamiento o el anterior Ejecutivo de Luisa Fernanda Rudi. A los gobernantes les interesan los medios debilitados y dependientes. Si son grandes, voraces y colonizadores, conviene tenerlos contentos. Para no rendir cuentas. Se resiente el periodismo. Y la calidad democrática.

*Periodista / @mvalless