Es uno de sus proyectos estrella y además ha encontrado muchos adeptos políticos y sociales. Pero el gobierno municipal de Zaragoza en Común (ZeC) se va a cargar el interesante proyecto de los presupuestos participativos --que los ciudadanos decidan por votación popular qué obras se hacen en cada barrio-- por no ser capaz de gestionarlo bien. Al equipo, con la concejala Elena Giner al frente, se le ha ido de las manos, ha demostrado no saber gestionar, no tener las ideas claras y, en el fondo, dar la espalda a los ciudadanos. Quién sabe si el esfuerzo económico y personal realizado ha merecido la pena a juzgar por los resultados obtenidos...

No se sabe a ciencia cierta qué es lo que contaría la concejala el pasado 27 de junio en Sofía (Bulgaria), donde participó en un foro europeo sobre innovación europea en ciudades y comunidades. Giner fue invitada a compartir una mesa redonda para explicar el proyecto de presupuestos participativos, se supone que como ejemplo de lo que hay que hacer ahora en las ciudades. Seguro que no contó que en Zaragoza hay una pírrica participación, quejas de barrios rebeldes, injerencias de lobis de asociaciones de madres y padres de alumnos y otras entidades, protestas en los distritos rurales, sospechosos vetos por supuestos filtros técnicos... Y hasta votaciones en piscinas públicas con urnas que se pasean por la ciudad.

El año pasado solo participaron en las votaciones un 1%. Los de ZeC dijeron entonces que el sistema era positivo pero se escudaron en que era la primera vez que se hacía, que era una toma de contacto, que no se había difundido bien el proyecto en la ciudad... Pero este año ha habido mil votos menos, ha participado un 0,94%. O sea, su teoría de que año a año llevaría una tendencia positiva se cae por los suelos.

La transparencia y el compromiso social del proyecto que se vendió desde el equipo de gobierno municipal ha chocado con la realidad, fruto de una mala gestión. Porque es cierto que la iniciativa es buena. Pero no se pueden complicar las votaciones dividiéndolas en dos veces (ahora se han votado las propuestas de los distritos y en septiembre se hará las de los barrios rurales y las de ciudad), ni se pueden echar abajo proyectos masivos como el museo de Semana Santa (guste a quien le guste) por una supuesta inviabilidad que antes de ser elegido nadie vio. Ni mucho menos podemos llegar al año después de los primeros presupuestos participativos sin que se hayan ejecutado todas las obras aprobadas para el ejercicio anterior.

Lo que se consigue con todo esto es una participación ficticia, porque se van a hacer obras que cuestan unos 130.000 euros porque 60 personas (o votos) así lo han decidido. Hay 31 proyectos que salen adelante con menos de 100 papeletas. Y más surrealista parece que las asociaciones de madres y padres de alumnos de colegios estén mejor organizadas que las propias de vecinos y consigan colar la reparación de las persianas de una clase, la instalación de una mesa de ping-pong en un centro público o el arreglo del patio de recreo. ¿Acaso esas obras de mantenimiento no son de obligación municipal?

Así no se mejora la relación entre la ciudadanía y la administración ni «se facilita la transparencia» ni se permite «una profundización democrática en las instituciones públicas» ni mucho menos «se potencia la inteligencia colectiva, democratizando la toma de decisiones y fomentando el diálogo entre vecinos y vecinas», como dice el Ayuntamiento de Zaragoza en su web oficial. Hace falta descentralizar totalmente el proceso para que los ciudadanos se integren más. Que sean las juntas de distrito las que recojan los proyectos, los analicen y tramiten las votaciones. La participación ciudadana debe ser real y una buena idea de ZeC va a quedar en un proyecto sin fundamento. Eso sí, ahora no cabe marcha atrás y los proyectos aprobados deben realizarse.

*Director de EL PERIÓDICO DE ARAGÓN