La aplicación de medidas restrictivas que limitan el ocio, especialmente el nocturno, y el decreto del toque de queda a partir de las ocho de la tarde empieza a tener un reflejo en los datos epidemiológicos. Si bien la contundencia de estas medidas aplicadas en Aragón suponen un grave perjuicio a la hostelería, ya que no puede tener clientes en el interior y ven acortado su horario comercial, el análisis de las cifras permite aventurar que tiene como elemento positivo que se puede controlar mejor la propagación del virus. Los datos en este sentido son elocuentes. Si antes de la aplicación de estas medidas, el pasado mes de octubre, casi 200 jóvenes menores de 25 años daban positivo a diario, esta cifra se ha reducido drásticamente hasta bajar a los 80 casos diarios o incluso algún día a los 42. El control de los botellones y las fiestas en establecimientos de ocio nocturno están teniendo esta cara positiva. De este modo, aunque siempre hay picaresca y casos difíciles de controlar en fiestas privadas, se puede extraer la conclusión de que esta medida está dando sus frutos.

No se puede bajar la guardia y sería deseable que se mantenga en el tiempo, y más de cara al complicado mes de diciembre, tan proclive a las fiestas. Es la única forma de que se siga intentando mantener a raya el avance de la pandemia y que se descontrole aún más la transmisión comunitaria que se da en Aragón. Y a los sectores afectados, buscar las fórmulas oportunas y justas de compensación.