Este Primero de Mayo coincide con dos circunstancias especiales. Una, la tendencia empresarial a trasladar a otras latitudes la actividad productiva, en busca de mejores condiciones económicas --y costes laborales mas bajos, como es el caso Moulinex-- así como nuevos mercados. Por otro, la entrada en la Unión Europea de 10 países en plena etapa de desarrollo que nos harán una competencia muy dura. Ante eso, los sindicatos españoles deben compatibilizar su defensa directa de los trabajadores con mucha pedagogía sobre lo que ocurre y con mucha prudencia para no impulsar involuntariamente las estrategias de deslocalización. Es un tiempo difícil, como lo demuestran diversas negociaciones salariales a la baja y los pulsos para aceptar condiciones severas a cambio de asegurar la continuidad de las empresas.

Al gobernar la izquierda se espera más ayuda pública para estos trances. Pero sería ingenuo olvidar que los votos suelen dar el poder a los progresistas cuando precisamente se tienen que aplicar políticas de sacrificio, después de etapas conservadoras de mitificación del hiperliberalismo y de un deterioro objetivo de los mecanismos públicos de ayuda a los trabajadores.