Naturalmente no sé si el lector de esta página es de naturaleza risueña. Porque hay unas personas que no lo son. La risa no es un hecho que sea codificable. Cuando reímos a veces no nos toca reír. Es evidente que la risa es tan personal como el llanto. Son manifestaciones expresivas de un sentimiento que pueden aparecer contra nuestra voluntad.

Podemos compartir ideas, pero no siempre es fácil compartir emociones, que pueden afectar más profundamente. Sin embargo, compartir no es fácil, incluso cuando nos dicen un sencillo chiste. Un amigo se ríe y otro no le ve la gracia.

Los cómicos profesionales, aquellos humoristas que trabajan en el teatro, o en la televisión, deben ser muy hábiles, muy expertos, para conseguir que una frase o un gesto hagan reír simultáneamente a unos espectadores que son muy diversos. Si hay algunos documentos que constan como personales e intransferibles, esta exigencia podría aplicarse perfectamente al sentido del humor. Se ha dicho que los humanos somos los únicos seres vivientes que sabemos reír. Esto puede ser verdad si pensamos en nuestro patrón de risas, pero si vamos al zoológico veremos algún animal que muestra una cara que nos hace pensar que se burla de nosotros.

Poder reír es bonito, expresa la capacidad de conectar con unos hechos y aceptar una modesta y feliz aceptación de la vida. Risa como una expresión vital, más allá de la risa como instrumento de burla. Hay personas que no ríen nunca, y eso siempre me ha dado un poco de angustia. Pienso que les falta algo en la conexión con la sociedad, y quizá con el mundo en el que viven. Qué bonitas y agradables son las personas discretamente risueñas. La risa es una señal de libertad. Pero siempre responsable. H *Escritor