El asunto de la Romareda no hace más que confirmar que los modos del equipo de gobierno municipal nada tenían que ver con lo que marcaban los programas electorales del PSOE y de la Chunta. Y si quedaban dudas, los dos partidos han querido dar explicaciones y desmentirse mutuamente, lo cual permite ratificar el abandono de los compromisos pactados con los ciudadanos en sus programas electorales.

Por eso, este salto al vacío es la evidencia de cómo se está actuando sin criterio porque no se tiene idea de ciudad, de cómo lo único que se hace es boicotear todos los proyectos que estaban bien diseñados. Buen ejemplo es la inoperancia de CHA en el tema de Valdespartera, donde se retrasa la licencia por la necesidad de hacer cambios en el proyecto, y después se aprueba tal como lo había diseñado el equipo anterior.

EL PROBLEMA es tan evidente que ni siquiera puede ser planteado en la dimensión del desacuerdo político, entre un nuevo equipo PSOE-CHA y el anterior del PP, puesto que se trata de incapacidad de gestión, de paralización, de priorizar objetivos que llevan a contratar asesores --los mejor pagados de la ciudad-- antes que atender a resolver los problemas de Vía Hispanidad, o los de los comerciantes que padecen las intervenciones en calles de Torrero o de Delicias. Colocar a las gentes de su propio partido es previo a atender al ciudadano. Y de todo ello podemos ofrecer muchos ejemplos, pero sin duda el tema de Romareda nos permite plantear la inexistencia de una reflexión sobre el proceso de construcción de la ciudad de Zaragoza. En primer lugar asombra la incapacidad del concejal de Arquitectura, también de Chunta, para planificar la urgente reforma que adapta el estadio a las normas exigidas para jugar los partidos de la Liga de Campeones. Al final hay que aportar el dinero al Real Zaragoza, alegando que no se pueden cumplir los plazos marcados por la obligada contratación que marca la ley. Pero si esta ignorancia de un proceso legal no parece suficiente irregularidad, el responsable socialista de la economía municipal ruega confianza, puesto que ya se ha dicho al contratante la empresa que lo debe hacer.

Ante la intranquilidad que provocan estas irregularidades, es anecdótico recordar que los socialistas proponían construir un campo de fútbol nuevo en otro espacio de la ciudad. Es evidente que como quieren mover la Romareda unos quince metros, el lugar será otro aunque este movimiento del estadio va en contra del complejo sanitario que nadie tiene en cuenta. Horroriza oír al equipo que ha hecho el estudio que cuando se quite el túnel de acceso a Urgencias las ambulancias podrán dar la vuelta en medio de la avenida. De aquí a que pasen los camilleros corriendo por el semáforo hay muy poco.

Y por si esto no es suficiente, después de imponer la empresa que hace las reformas del estadio --con una licencia de obras menores pues dicen en Gerencia que éste es un asunto de baños-- y de ignorar las voces que alertan de la necesidad de no perjudicar al complejo, incluida la Consejera de Sanidad, nos queda el asunto de la operación inmobiliaria que el señor Gaspar ha montado en torno a esta tropelía, que también repercute sobre el rastro dominical.

La Chunta pregonaba en campaña, con esa placidez del que está tocado por la bondad divina, que no incrementaría la carga fiscal de los vecinos o que se potenciarían viviendas en los diferentes regímenes de protección pública, e incluso que se respetarían los principios de contratación para adjudicación de obras, suministros y consultorías. Y esto es lo que han hecho, pero al revés, cuando adjudicaron la consultoría de la Romareda un viernes por la tarde y con nombre supuesto, cuando contratan a quien quieren, cuando callan ante tal operación de especulación... que quizás repercutirá en más dinero para asesores y gabelitas inconfesables.

De la magnitud del desastre que supone esta operación para la ciudad ya se han dado los datos, que por cierto son espeluznantes. De lo mucho que destruyen con esta visión pueblerina y jesuítica ya circulan listados. Pero eso es mínimo si tenemos en cuenta que lo más grave no es ni dónde ni cómo se hace el campo. Lo peor es el desprecio que el equipo de gobierno ha manifestado hacia todos los ciudadanos, incluidos sus votantes. Por eso, sólo queda esperar que si se han equivocado en las medidas no acaben poniendo la tribuna en la entrada del Miguel Servet, e incluso que no opten por convertir el rastro en un mercadillo subterráneo, ubicado en el aparcamiento, desde el cual se podrá subir a los compradores premiados a la magnífica torre de cuarenta pisos, monumento al compromiso del señor Gaspar con el viejo espíritu capitalista que inspiró la construcción neoyorquina de la moderna América.

*Portavoz de urbanismo del PP en el Ayuntamiento de Zaragoza