Para evitarles tarea, me he leído los artículos 472 a 484 del Código Penal, que tratan de Delitos contra la Constitución. Son reos del delito de rebelión los que se alcen violenta y públicamente para «derogar, suspender o modificar total o parcialmente la Constitución» (471.1) y «declarar la independencia de una parte del territorio nacional» (471.5); el 474 añade que si la rebelión no tiene jefes conocidos, serán responsables los que «lleven la voz» o «firmen escritos», y sufrirán pena de prisión de entre 5 y 30 años, según el grado de implicación.

Los fiscales del juicio del procès han calificado la actuación de los encausados como una «rebelión». Lo de la violencia está por juzgar, pero es manifiesto que en el Parlamento de Cataluña se produjo una declaración unilateral de independencia, que se «suspendió» a los 9 segundos pero no se anuló. De modo que, si el tribunal lo ratifica, les podría caer una pena mínina de 5 años de cárcel, considerando la eximente de que suspendieron la declaración (aunque pudiera agravarse por el delito de malversación de fondos públicos). Si ocurriera así, cuando los miembros de la sala del Tribunal Supremo pronuncien la sentencia allá por otoño, los acusados habrán cumplidas dos quintas partes de la condena, y hacia el mes de marzo del 2020, con la mitad superada, se les podrá aplicar el tercer grado por buen comportamiento y saldrían a la calle, sin que fuera necesario que el Gobierno concediera el indulto.

Fondos del saqueo

Pero aún quedará por resolver la situación del tal Puigdemont y sus mariachis: el tal Comí, un jeta mayúsculo, y la tal Ponsatí; y a saber qué habrá sido para entonces de las también huidas Marta Rovira, todavía secretaria general de ERC, y Anna Gabriel, exlideresa de las CUP, que viven en Suiza muy calladas. Aunque me parece que mientras queden fondos en entidades bancarias de paraísos fiscales, procedentes del saqueo del 3% en Cataluña, el tal Puigdemot al menos seguirá viviendo tan ricamente en su mansión de Waterloo y estancado en su particular esquizofrenia.

Eso sí, los miembros del clan Pujol, los mayores ladrones de fondos públicos de la reciente historia de España, seguirán a lo suyo, y el capo de los corruptos, Jordi Pujol padre, continuará libre, recibiendo homenajes en varias localidades de Cataluña. Porque si Pujol «canta» y «mueve las ramas», como declaró en comparecencia parlamentaria, «caerán todos los nidos», esos que tejieron los miembros de la casta que ha saqueado este país durante siglos. Y todos contentos.

*Escritor e historiador