Una prueba tan simple como fotografiar los cadáveres y numerarlos sería suficiente para que los familiares de los 62 militares muertos en el accidente del Yakolev en Turquía tuvieran plenas garantías de que los muertos que enterraron son sus muertos. Esa prueba, que es el abc en el Protocolo de Identificación de Víctimas en Desastres que establece la Interpol, no se hizo, y la incertidumbre sigue rondando a las familias porque este proceso está seriamente viciado en lo que a incumplimientos se refiere. Las familias quieren someterse a pruebas de ADN para cotejarlas, están dispuestas a todo con tal de descansar en paz.