U na profecía auto frustrada es una predicción que, una vez hecha, es la causa de que no se cumpla. Ante unas elecciones es una buena técnica para ganar y convertir el temor a otros en beneficio propio. Es lo que llamamos el «voto del miedo». Tiene un problema. Hay que dotar de verosimilitud esa posibilidad. Lo que lleva a acrecentar, objetivamente, las posibilidades de un adversario para que se le tema. Y al contrario, si no era tan fiero originalmente, puede que ese chute de agresividad regalada le haga serlo realmente. Unos quieren frustrar esa posibilidad y otros, transformar la profecía autofrustrada en una profecía autocumplida. Una tesis que, formulada es, en sí misma, la causa de que ocurra.

Contemplamos muchas profecías de uno u otro sentido. Pero hay pocas predicciones. Estas últimas se diferencian de las primeras en que se basan en estimaciones científicas. Parafraseando una regla que afecta a los medios de comunicación, podríamos temer que una estimación real no estropee una buena profecía. Los discursos de los políticos, que no debemos confundir con la política, rebosan de augurios y echan de menos rigor amable. De esta forma la batalla electoral se convierte en una puja de profecías. Lo describieron perfectamente los Monty Python en su «comparativa» de profetas de la maravillosa película, La vida de Brian. El profeta más atendido no es quien tiene un mejor discurso sino el que promete un apocalipsis más horrible. Y así hasta el día del voto final.

El CIS debe formular predicciones en un mundo de profecías y eso complica la fiabilidad científica de las estimaciones reales. Porque es imposible explicar, y menos prever, comportamientos objetivos cuando las variables que debemos controlar no lo son. En realidad es muy fácil anticipar el resultado de las próximas elecciones. Las ganará quien consiga hacer ver a los electores que se deben votar a sí mismos. ¡Tanto tiempo en una campaña permanente, para explicar por qué debemos votar a unas determinadas formaciones, y resulta que la solución es la inversa!

En fin, cosas que pasan por no aplicar el conocimiento del comportamiento humano en la estrategia electoral. Eso es lo que transmiten, exactamente, cuatro de cada diez personas en la última encuesta del CIS al manifestar que no tienen decidido su voto. Es la falsedad más cierta del instituto demoscópico que dirige Tezanos. ¿O la verdad más mentirosa? Veamos. En la reciente historia de la democracia hemos votado sistemas, partidos y liderazgos. O lo que es lo mismo, democracia, siglas y personas. Ahora va a ser la primera vez que vamos a votar bloques. No deja de ser curioso que unos comicios con el mayor número de papeletas que tienen una opción real de decidir, puedan ser los más polarizados de la historia. Siempre he dicho que España podía dejar de ser bipartidista pero seguía siendo bipolar.

La dinámica de las grandes fuerzas, agrupadas tanto en la derecha como en la izquierda, podría definir mejor este escenario como bidireccional. Lo que le da más dinamismo, tanto al trío de Colón como al bloque de la moción de censura. Los dos grandes y únicos protagonistas de la escena actual. Lo que sí ha cambiado más es la relación entre las decisiones políticas y el intervalo temporal en el que se desarrollan. Hasta ahora los ciudadanos apoyaban una opción política y luego uno se enfadaba, o no, viendo cómo pactaban en las instituciones, los elegidos, con los votos obtenidos. Hoy, además, los pactos se producen antes, con lo que primero, se consigue que los enfados sean previos y, segundo, la frustración de una posible ruptura posterior de esos acuerdos preelectorales puede ser demoledora para la fuerza que no sea o parezca consecuente.

Y todo esto no ha querido verlo ni medirlo el CIS. Primero porque sigue siendo remiso a introducir variables psicológicas, en las preguntas formuladas, que podrían darle más pistas sobre los comportamientos emocionales que afectan a la sociología electoral. Y segundo, porque se «olvida» la pregunta más obvia del momento actual. Hoy lo importante no es la escala individual ideológica que tenemos los españoles hacia la izquierda o la derecha. Ni siquiera la simpatía hacia un partido u otro del espectro político. Lo fundamental es, era, saber con cuál de los dos bloques políticos se sienten más identificados los ciudadanos, les gustaría que gobernase o simpatizan más. Sabemos las respuestas del CIS, pero la pregunta era esa. Habría sido una buena manera de fortalecer un instrumento científico que nada tiene que ver con el profético libro de Ovadiel. En todo caso no es esa la crítica que haya hecho ningún líder a los resultados de este macro sondeo. Parece mentira que la acusación de falsedad hacia esta encuesta provenga de quien se hace públicamente a diario la pregunta de si el CIS es una profecía. ¿Y tú me lo preguntas? Profecía eres tú.

*Psicólogo y escritor