Ese ámbito ideológico y político, complejo y extenso, que desde siempre hemos llamado progresista está de capa caída: sufre las consecuencias del cambio de realidad y de paradigmas, no logra encajar la actualidad en sus referencias históricas y sufre una terrible crisis de identidad y de ideas. En verdad, cabe dudar de que siga siendo un adalid del progreso.

La Edad Contemporánea, amigos, se acabó, y con ella las revoluciones sociales, la conciencia de clase y la acción de las masas. La socialdemocracia europea ve cómo se diluye su potencia electoral, tanto si se mueve hacia el centro como si oscila hacia la izquierda-izquierda. En cuanto a los alternativos... Creo que su alma transformadora y su supuesta inteligencia digital se estrellan contra el muro de los hechos consumados por la propia revolución tecnológica y desde luego por el poder de los estados y de sus aparatos. La técnica de toma del poder auspiciada por Lenin y llevada a cabo hace un siglo por el genial Troski no tiene sentido cuando los ejércitos son profesionales y la gente del común no sabe ni lo que es un fusil. El proletariado, aquella clase compacta y con conciencia de sí misma, ha desaparecido o está disperso. Todos tenemos algo que perder, y no precisamente cadenas. Nadie quiere romper la baraja. Y ya no existen propuestas filosófico-políticas tan potentes y arrebatadoras como la que un día contuvo el Manifiesto Comunista.

Sumidas en la frustración del revolucionario impotente, las izquierdas más arrebatadas contemplan con admiración los subidones rupturistas que propicia el nacionalismo periférico (el cual, a su vez, se estrella contra la omnipotencia del Estado y la evidencia de una globalización imparable), intentan convertir a los millenials más rebeldes en los nuevos descamisados, montan espectáculos provocadores, amagan desafíos autoritarios, pierden fuerza electoral (lo único que les permitiría llegar al poder, o conservarlo y ampliarlo)... En definitiva, no acaban de entender lo que pasa. Mientras, en sus lujosos despachos, los amos del cotarro siguen con su negocio.