Los días previos a unas elecciones son propicios a las palabras de miel y terreno fértil para dibujar un futuro siempre esplendoroso cuyo objetivo es, por supuesto, nuestro voto.

Mañana, todo será fantástico, incluso en la enseñanza, objeto de grandes dotaciones y escenario para la incorporación de la más avanzada tecnología. Sin embargo, se habla muy poco del maestro, ese factor del que en definitiva depende la calidad del aprendizaje; ese profesorado constreñido por la depresión y que ha de superar cotidianamente enormes obstáculos para transmitir amor a los conocimientos; esas personas cuya sagrada misión consiste en enseñar a aprender.

El aula es, demasiadas veces, una guardería para adolescentes, desmotivados y aparcados en ella contra su voluntad. Donde debiera triunfar la complicidad, sobra el malestar. La letra no entra con sangre, mas exige la mejor disposición de educador y educando. Cuando la voluntad de aprender y enseñar falla, todos los medios y recursos, presentes o prometidos, no son sino una escenografía superflua, tan vacía como esas promesas electorales que nunca se cumplen.

*Escritora