Seguramente estarán al corriente de la polémica campaña publicitaria que ha lanzado hace unos días la marca de cuchillas Gillette en la que habla de la masculinidad desde dos perspectivas muy distintas: la del macho, entendido como individuo cuya conducta respecto a la mujer es invasiva, denigrante y dominante, y la otra, cuya cara es más amable y nos enseña una sensibilidad que defiende una actitud igualitaria y sensible hacia ellas.

Este anuncio ha levantado muchas ampollas entre el sexo masculino porque algunos interpretan que se ha dado una imagen distorsionada y demasiado humillante del género. El anuncio no es más que una reflexión acerca de las tópicas conductas machistas adquiridas a base de mucho tiempo de dominación masculina y que por desgracia se repiten a diario. Hoy en día los hombres, al menos los hombres del primer mundo, pasamos por un trance de concienciación acerca de cómo somos, quiénes hemos sido y quiénes deberíamos ser. La sociedad nos exige ponernos frente al espejo para ver la conducta que tanto nos ha desacreditado a lo largo de los siglos. Hoy debemos corregir tantísimas cosas en tan poco tiempo que no es una tarea fácil.

Hay quien asume este proceso con valentía y con la humildad necesaria por reconocer que nuestra generación ha de ser la que definitivamente cambie de mentalidad. Requiere un esfuerzo inmenso pero necesario. Pero eso si, tantos siglos de dominación no se pueden borrar de un plumazo. Gillette, como todas las marcas que quieren publicitarse, ha encontrado de forma oportunista un buen hilo del que tirar. Los 20 millones de visualizaciones on line lo avalan. Es muy bueno que se debata sobre la convivencia entre hombres y mujeres con el objetivo de enterrar las viejas conductas machistas y ser la primera generación en la historia que logra corregirlas. Me preocupa, sin embargo, que mientras se debate sobre ello, las cifras de víctimas de género no desciendan. ¡Queda tanto por hacer!

*Actor y humorista