Es bien conocido que la guerra de Irak ha sido un campo abonado para todo tipo de mentiras, manipulaciones y mistificaciones. Ahora, cuando en EEUU la popularidad de Bush baja, la oposición a la guerra sube y las elecciones a la Casa Blanca se acercan, asistimos a un nuevo engaño. Porque eso es lo que hay tanto en el discurso del presidente pronunciado en la Academia Militar de Carlisle como en el proyecto de resolución de la ONU presentado por Washington y Londres.

Ambos textos declaran la voluntad de transferir la soberanía a Irak el próximo 30 de junio. Pero ¿cómo se puede hablar de retorno de soberanía cuando, como aseguró el propio presidente, los 138.000 soldados sobre el terreno seguirán allí todo el tiempo que Washington considere necesario, o incluso aumentará su número si la situación lo requiere? El proyecto de resolución, por su parte, es ambiguo cuando se refiere a la autoridad del Gobierno provisional iraquí y a la de las fuerzas de ocupación.

El conflicto va lentamente hacia manos de la ONU, pero si electoralmente Bush puede permitirse evitarlo, lo hará. En todo caso, retorcer el lenguaje y hablar de soberanía cuando la realidad apunta a un protectorado, no es un buen augurio.