De estas temporadas en Segunda sabemos lo que no ha funcionado, que acuciado por la necesidad financiera de regresar a Primera, el Real Zaragoza no ha conseguido crear un proyecto deportivo sólido ni coherente. Ha ido dando bandazos desde un extremo del espectro futbolístico hasta el otro, cambiando de directores deportivos y de entrenadores como de camisa y apostando por gente de perfil tan diverso como Martín González, Juliá, Víctor Muñoz, Popovic o Agné. En suma, no ha habido plan y también más equivocaciones que aciertos en los fichajes y mala rentabilización del buen tino (Bastón, Willian José, Ángel, Vallejo o Rico, por ejemplo).

No ha existido, por tanto, una idea que naciera al principio del camino y con el paso del tiempo se desarrollara con tranquilidad y fe en ella, más bien un ir de aquí para allí sin un modelo concreto y solo con un objetivo ansioso no culminado y que ha impedido ver el resto del bosque. Si como todo parece el equipo confirma su permanencia en Segunda, el año que viene será el quinto consecutivo en la categoría y el club, lógicamente, tiene más difícil hacer ahora lo que sí quizá debería haberse planteado en el verano del 2014 o del 2015. En estos momentos sería complejo vender al aficionado un proyecto de ascenso a medio plazo, sosegado y sin la meta estresante de regresar a Primera al siguiente junio. El tiempo, que lo hubo, se ha echado encima. Terrible paradoja.

El Real Zaragoza está por tanto en una engorrosa encrucijada. Atrapado por los fracasos deportivos recientes y obligado al desafío del año a año por los apuros económicos. En manos de Lalo, que no sabemos si funcionará, pero que sí sabemos que va a hacer algo diferente a todo lo que la SAD ha hecho hasta hoy.