El proyecto finalmente elegido para reconstruir La Romareda presenta un perfil muy prometedor. Tiene evidentes valores estéticos, parece ser cómodo, presenta interesantes propuestas bioclimáticas, no romperá el equilibrio de la zona y, sobre todo, tanto el estadio como el centro comercial a él asociado (asociación indispensable para conseguir fondos con los que pagar la obra) ocupan prácticamente el mismo terreno que el campo actual, lo que liberará mucho espacio para resolver sus accesos y alrededores sin congestión alguna. Quienes siguen oponiéndose a que La Romareda continúe donde está van a perder muchos argumentos. Zaragoza va a permitirse, quizás por vez primera, consolidar un punto clave de su trama urbana mediante la renovación in situ. Este hecho tal vez no produzca tan pingües beneficios inmobiliarios como el traslado del estadio, pero contribuye a estabilizar y revalorizar la ciudad.