El PSA-PSOE entra en la semana decisiva de las primarias para la elección del próximos secretario/a general que habrá de dirigir el partido en los próximos años. Un proceso que no solo afecta al partido -aunque sí en una medida muy importante- sino también a la política aragonesa en su conjunto. Es una decisión que corresponde a la militancia socialista pero que transciende con mucho a la misma. Estamos en un proceso orgánico pero no en un nirvana de mirarnos el ombligo.

Cuando se elige a un secretario general conviene recordar cuáles son sus responsabilidades principales. Para mí son definir la línea política del partido --junto con el Congreso correspondiente-- establecer la estrategia, las alianzas con otras fuerzas políticas y coordinar la acción del partido en el conjunto de las instituciones buscando la coherencia entre el programa electoral y la acción de gobierno coherente con ello.

El actual secretario general, elegido en las primarias de 2014, ha ejercido estas responsabilidades siendo su principal logro alcanzar la Presidencia del Gobierno de Aragón, Gobierno desde el que desarrolla una política netamente de izquierdas nunca cuestionada por el partido en ninguno de sus órganos, incluida la ejecutiva regional -de la que forman parte Carmen Dueso y Miguel Gracia- sin que ninguno de los mencionados ni el resto de los miembros de la misma haya puesto en entredicho hasta hoy. Esta ausencia de crítica parece, en sí misma, un magnífico aval para decantarse por la candidatura de Javier Lambán en estas primarias. Ni Carmen Dueso ni su sorprendente apoyo en Huesca, Miguel Gracia, explicaron nunca en la ejecutiva regional discrepancia alguna. Otra cosa es esa llamada mesa de camilla que sería deseable desapareciera de una vez por todas. La militancia tiene derecho a saber y pronunciarse.

Dada la doble condición de presidente y secretario general, limitar las consecuencias de este proceso a lo orgánico me parece una equivocación, un reduccionismo que intenta ocultar cuáles serían las consecuencias de un cambio en la dirección del partido.

Reduccionismo porque, en primer lugar, debemos recordar que el poder no es nunca sede vacante y que el ejercicio del mismo tiene inercias inevitables. Quien lo obtiene tiene que demostrar necesariamente que lo ejerce, que no ha sido una mera disputa personal sino de liderazgo, de ideas, de modelo: lo que es lo mismo, el vencedor debe introducir cambios, obligadamente, aunque solo sea para no defraudar a quienes, con su voto, le han dado la victoria.

Y ello es debido a que ningún poder acaba en sí mismo: aspira a expandirse, por ejemplo, de lo orgánico a lo institucional. Por ello sería una exigencia democrática la celebración de debates entre los candidatos, que expusieran su modelo de partido, sí, pero recordando que el mismo es un instrumento y no un fin en sí mismo. Debate que uno de los dos candidatos, en este caso Carmen Dueso parece no querer que existan, por tanto será difícil conocer el modelo de partido, su programa para Aragón, sus prioridades... Dicho de otra manera, ¿el poder para qué? Es difícil argumentar que se quiere un partido abierto pero sin debates, incluso los precedentes más inmediatos -primarias estatales-son un ejemplo de lo que digo. Y hablo de debates porque personalmente no creo demasiado en las conversiones personales repentinas y nada en las colectivas. Descubrir repentinamente, como ha ocurrido con Miguel Gracia, unos agravios personales o discrepancias ocultas, sin decir nada en la ejecutiva, pueden servir de excusa o tapadera pero difícilmente serán un argumento creíble.

Estoy plenamente convencido que romper la unidad de acción dudosamente puede conducir a nada bueno. Negar que desautorizar en lo interno al secretario general no es desautorizarle en lo institucional es, simplemente, una falsedad: decir que nada va a ocurrir o es equivocación o es engaño. Antecedentes recientes tenemos en Cantabria, por ejemplo.

Porque esta historia puede tener un final no deseado del que nadie habla: el gran beneficiado de un hipotético cambio en la dirección del partido no será otro que el Partido Popular y el resto de los partidos de la derecha. Si al final lo que conseguimos es perder el Gobierno de Aragón será, parafraseando un título reciente, un pan como unas tortas. Y los responsables de servir en bandeja el gobierno al PP seremos los propios militantes. Por ello tal vez sea necesario apelar a la ética de la responsabilidad una vez más; ética de la responsabilidad --Max Weber dixit--, que no tiene nada que ver con apelaciones al miedo. Y, por cierto, vengo defendiendo las primarias desde 1994, ahí están las hemerotecas para demostrarlo.

*Exconsejero de Sanidad del Gobierno de Aragón y exdiputado socialista al Congreso por la provincia de Zaragoza.