El verano y la campaña electoral han traído la paz política a este país. Las encuestas mandan y la opinión pública pide insistentemente acuerdos entre los partidos para dedicarse a lo fundamental, enfrentarnos a la crisis económica que ya preocupa más que la salud. Y como bien sabemos, los argumentarios políticos se elaboran a golpe de décima de aceptación arriba o abajo, así que en campaña lo que toca ahora, ya tocó en las generales de noviembre de 2019, es investirse de hombre de Estado.

La política de confrontación es la dominante durante todo el ciclo legislativo, y la mano tendida la protagonista en periodo electoral. El mundo del revés, pero es que con las cosas de comer no se juega, y el futuro no sólo del partido sino del líder depende del grado de aceptación por el cliente. Y si el consumidor pide más blanco, menos incisiva será la campaña. Es la táctica Manuel Luque, director general de una marca de detergentes que en 1985 rompió los esquemas publicitarios, y que lejos estaría de imaginar en esa época que la política acabaría siendo un producto de consumo de más. Del no a todo a los acuerdos sobre el Ingreso Mínimo Vital, el decreto de nueva normalidad o la necesidad de un pacto sanitario. Así ha transitado este país en menos de una semana con un ojo puesto en el País Vasco y Galicia, donde el principal partido de la oposición se juega su paz interna. Unos malos resultados vascos, con una candidatura a medida de Casado y el excelente resultado de Feijóo que señalan las encuestas removerían la silla del presidente del Partido Popular.

El candidato gallego se distanció de la dirección nacional durante el estado de alarma, reprochó a Cayetana Álvarez de Toledo sus ataques a Pablo Iglesias y la iconografía de sus mítines refieren a una candidatura con nombre Feijóo y apellido Galicia, eso sí con fondo azul, la única reminiscencia popular apreciable.

Hace tiempo que las elecciones en nuestro país se viven tanto como una victoria interna en las luchas de poder como frente a los adversarios políticos. El PSOE andalucista de Susana Díaz, veía en los malos resultados electorales de Pedro Sánchez, una posibilidad para derrocar a ese líder interino, que la moción de censura y sobre todo las victorias en las urnas consolidó. Para sobrevivir en la organización del partido hay que ganar, y Casado lleva dos generales a imagen y semejanza de Mariano Rajoy. La crisis económica en 2011 le llevó por fin a la victoria, ¿está Casado esperando que también se repita esa situación?