El calendario ha querido que empiece a escribir este artículo el mismo día en que las Cortes de Aragón aprueban definitivamente los Presupuestos para este año. Es el segundo presupuesto que saca adelante este Gobierno, presidido por un socialista, Javier Lambán, desde 2015. No ha sido tarea fácil, como es bien conocido. Ha habido que dialogar, con paciencia y visión estratégica y tuvimos que tomar decisiones no siempre bien comprendidas. Pero se ha logrado el objetivo prioritario con el que llegamos al Gobierno: empezar a revertir las dañinas políticas sociales que el anterior Gobierno del PP había llevado a cabo. Recuperar poco a poco una educación pública de calidad; frenar el deterioro de la sanidad por falta de personal; dejar de retroceder en materia de dependencia; dar un impulso a la universidad pública y a las políticas de I+D+i.

¿Qué tiene que ver esto con el proceso de primarias en que estamos inmersos en el PSOE? Para mí la respuesta es clara: el proyecto político de los socialistas no puede ser otro que el de generar una mayoría social amplia y suficiente para poder gobernar y producir los cambios progresivos que mejoren la vida de todos los ciudadanos. Como estamos haciendo en Aragón. El sectarismo no es una opción para nosotros, lo nuestro es el bienestar del conjunto de la sociedad, y presidentes autonómicos socialistas como Javier Lambán lo están demostrando.

Nuestro partido está haciendo un valioso y ejemplar ejercicio de democracia interna. También es evidente que la campaña de las primarias está permitiendo que se vea la tensión acumulada desde que algunos compañeros adoptaron el lenguaje populista: el ellos y nosotros, los militantes frente a los barones, los de arriba y los de abajo. La división.

Todos hemos cometido errores. Debemos reconocerlo con humildad, no solo ante todos nuestros militantes, sino ante todos los que alguna vez votaron al PSOE como un partido transversal, reformista, socialdemócrata sin complejos, europeísta sin vacilaciones y campeón de los derechos sociales. Un partido solvente y reconocible desde Algeciras hasta Portbou.

No es un problema que dentro del partido haya sensibilidades políticas distintas, ideas alternativas para hacer frente al complejo momento que vive la izquierda en general y la socialdemocracia en particular. Eso siempre es enriquecedor. Lo preocupante es que algunos compañeros hayan decidido negar a otros, incluso su legitimidad como socialistas. No puedo compartir la defensa de un liderazgo que no tiene otro argumento que el rencor fratricida, un victimismo narcisista y el seguidismo de fórmulas extrañas a los socialistas y de ya contrastada ineficacia.

No hay dos modelos de partido. Hay dos formas distintas de entender la política. Yo no creo que haya bandos en el Partido Socialista, nos veo como una familia en la que todos somos necesarios --y ninguno imprescindible-- para mejorar la situación de nuestro partido. Y creo que no hay otra fórmula para ello que construir una alternativa de gobierno que ilusione a una mayoría social, que sea creíble, una alternativa sólida, alejada de veleidades ideológicas, autónoma, que defienda nuestras conquistas históricas, atienda las nuevas demandas sociales y proponga fórmulas eficaces contra el crecimiento de la desigualdad. El PSOE tiene que ser otra vez motor y garantía del cambio social. Si los ciudadanos no nos ven esperanzados, convencidos, sólidamente unidos, ¿cómo van a confiar en nosotros?

Recuperar esa unidad no es sencillo, pero sólo puede hacerse desde la generosidad y la claridad de ideas: somos, o tenemos que ser de nuevo un partido socialdemócrata, transformador, de mayorías. Orgullosos de nuestras señas de identidad e ilusionados con el reto de los nuevos tiempos.

Hoy tenemos 84 diputados en el Congreso y 5 millones de votos, el peor resultado de la historia. Queremos muchos más, y para eso tenemos que convencer a muchos ciudadanos de que vamos en serio, que somos --como siempre-- la izquierda útil, que nos preocupan más sus problemas que nuestras disputas. Y ahí estamos muchos militantes de este partido. Libremente. Y estamos ahí porque entendemos que solo a través de esos principios podremos volver a ser alternativa de Gobierno, podremos volver a ganar elecciones al PP.

El 21 de mayo participaremos y elegiremos. Es mucho lo que está en juego: el ser o no ser del PSOE. Yo apuesto por el ser: ser ese partido con el que se pueden sentir identificados todos los ciudadanos que apuestan por un país más justo y más innovador y el hacer: una política que sirva para mejorar la vida de las familias trabajadoras.

Vaya mi respeto a los compañeros que han decidido en un momento tan complicado dar un paso al frente y ofrecerse para liderar el partido. Yo tengo claro mi apoyo a Susana Díaz y serenamente, pido el voto de mis compañeros y compañeras para ella.

*Secretaria de Organización del PSOE Aragón y consejera de la DGA