Cuando Felipe González lideraba el PSOE y el Gobierno de España, sus hombres más cercanos le llamaban en la intimidad «Dios». Era el «puto amo» en el partido, en el argot de Guardiola. O sea, quien hacía y deshacía, quien ponía no solo a ministros, sino a candidatos a diputados, senadores, alcaldes o presidentes de comunidades. El secretario general del partido tenía todo el poder y el poder de la expectativa del poder (las encuestas) siempre pasaba por él. El secretario general era Dios. Y hoy, Pedro Sánchez, líder del PSOE, presidente del Gobierno, que está haciendo subir al partido en todos los sondeos y sobre el que se augura una victoria el próximo 28 de abril, que ha vivido en el partido una montaña rusa con la subida, la bajada, otra vez la subida y aún más con el triunfo de la moción de censura, no va a dejar de ser Dios. Quiere dominar y controlar su futuro grupo parlamentario y tiene derecho a hacer su equipo, aunque tenga que pagar un alto precio. Pero está dispuesto a no dejar ni una raspa.

Por eso hemos asistido esta semana a este proceso tan poco enriquecedor en el que unos socialistas de Aragón, pero también de otras comunidades (ahí está Andalucía, Valencia o Madrid, por ejemplo, donde siguen en pie las tensiones) se han puesto a defender su futuro cargo o los de aquellos que están en la misma onda que uno mismo. Es un desastre por media España donde se pone de manifiesto lo que los partidos dicen que son y lo que realmente son. No puede ser que del PSOE se diga que es el partido más democrático y participativo haciendo las listas y su procedimiento para elegir candidatos sea el más abierto de la democracia y el mejor, cuando estamos viendo lo de esta semana. Si hoy la Comisión federal de listas del PSOE tiene que debatir, hacer un informe y aprobar definitivamente en poco más de una hora todas las listas electorales pendientes en tantos territorios de cara a los comicios generales, está claro que se está hablando de una imposición. El superlíder habrá dicho por dónde deben de ir los nombres. Así es como se elaboran los equipos de trabajo. Si o si lo que diga Madrid en una hora.

En el caso de Aragón, la maquinaria ha funcionado como se ha hecho en todas las elecciones, pero al final el equipo del líder decide, eso sí, tras un intento de negociación con la federación. El ministro y secretario de organización del PSOE, José Luis Ábalos, ha estado en contacto continuo con el secretario general de los socialistas aragoneses y presidente del Gobierno regional, Javier Lambán, para pactar los cambios. E hicieron un trato que como no se cumplió por Aragón se ha impuesto desde Madrid.

Nada nuevo. Cuando en 1986 falleció el alcalde de Zaragoza Ramón Sáinz de Varanda, el PSOE aragonés, con Santiago Marraco al frente, nominó candidato a Mariano Berges. El federal, el de Felipe González y Alfonso Guerra, decidió que fuera Antonio González Triviño. Eso si, como ahora, en Madrid escucharon a Marraco. Pero si giramos a los populares se divisa un panorama similar. El nuevo líder del partido, Pablo Casado, está haciendo una limpieza en las listas de todos los hombres y mujeres que apoyaron a Soraya Sáenz de Santamaría para presidir el PP. Y se rodea de la gente que le votó y le defendió. También en la derecha hay diputados y senadores que aún están moviéndose para no quedarse fuera. Es la vida de los partidos. Que por mucho que se diga no cambia. Ni en los viejos ni en los nuevos. Como en Podemos...

Conocido esto, que en los partidos lo saben de sobra, lo que más extraña es que la alcaldable de Zaragoza, Pilar Alegría, haya jugado una baza tan fuerte. Que por un puesto en su lista, el número 7, haya debilitado el poder de su candidatura ante los electores es demasiado arriesgado. Con seguridad habrá cambios, del gusto o no de la consejera, pero sobre todo para no dejarla en la tesitura de tener que decidir si abandona la candidatura si no hubiera ninguna alteración. Que sería lo lógico después del pulso que ha echado a los órganos del partido.

Sea como fuere, nada nuevo en el procedimiento de elaboración de listas. Los dioses siguen mandando, normal cuando se trata de hacer el equipo de trabajo, los que te tienen que respaldar en el parlamento los próximos cuatro años. Ya lo dijo una vez el presidente Lambán: «Los dioses del socialismo protegen» a los líderes. Y les hacen Dios. Ahora, es Sánchez.