La memoria histórica, aquella que se puso en boca de todos para no olvidar los desastres de la Guerra Civil; aquellas muertes políticas con trasfondos de venganza y odio personal, tiene hoy, gracias a la perseverancia de la herencia afectiva, un apoyo para seguir investigando, para que los vacíos se tornen apaciguados, y esto es de justicia, como sería también de justicia que se promoviera una iniciativa política y ciudadana para conciliar y apoyar a los familiares de las víctimas de ETA, en un contexto de memoria reciente, porque esa memoria no acaba de cerrar, se mueve a modo de herida putrefacta que permanece doliendo y supurando. ETA juega con el lenguaje, juega con los sentimientos, con los jueces y con los jefes políticos, con la sociedad entera, además, sus comunicados son recogidos durante 20 minutos en el Telediario para gloria de sus caretos ridículos de fantasmas salpicados de sangre. ¿Qué hace ahora la justicia y el Gobierno? ¿Se conforman con que digan que ya no van a pegarle un tiro al empresario o al político de turno? ¿Recuerdan todo esto? Es memoria reciente. Permitir estas declaraciones y no fundirlas con ellos en prisión, mientras que a un rapero por enaltecimiento del terrorismo le caen 2 años de cárcel, es tener un país desequilibrado y consentidor. No sé si sabemos lo que significa justicia y memoria, si lo supiéramos habría que impedir y no consentir presiones, amenazas, amedrentamiento a los ciudadanos españoles, los que viven en Euskadi, los que pretenden vivir sin ser consentidores de los residuos contaminantes de los que siguen ejerciendo como etarras, para que esa «ley del silencio» impuesta a la sociedad vasca, no sea una costumbre, una justificación al odio, al rencor, a la saña y se pueda vivir en libertad plena.

*Pintora y profesora