La crisis no ha terminado. El virus sigue por aquí y no sabemos lo que ocurrirá cuando el frío vuelva y las gripes anuales se multipliquen, si es que eso ocurre. Lo que sí ha llegado es el momento de hacer algunas reflexiones sobre lo que ha pasado y lo que podría pasar. Y estas son las mías.

Lo primero: yo no puedo resolver todos los problemas del mundo. Las muertes y el dolor que hemos pasado o hemos visto pasar a otros nos puede llevar a sufrir un ataque de buenismo que nos quiera hacer supermanes y querer resolverlo todo. Pues no, no es posible, somos una simple gota de agua en un inmenso océano y lo único que debemos hacer es poner de nuestra parte algo, lo que cada cual pueda. Por ejemplo, ser socios de ONG,s, nacionales o internacionales, de esas que sabemos que no gastan estúpidamente nuestro dinero. Cuando hemos visto a personas necesitadas, en nuestro entorno o en África, bueno es saber que nuestros euros sirven para que les llegue comida a diario. A hacerse socios.

Segundo: las compras. Los pequeños negocios no sobrevivirán por las ayudas del gobierno. Eso ayudará a pasar lo peor pero solo seguirán abiertos si consumimos en ellos. Esa «modernez» estúpida de comprar todo por Amazon no nos lleva más que al desastre. Tenemos que obligarnos a ir a las tiendas del barrio, de alimentación o ferreterías, buscando se encuentran, así se crea tejido social y económico. Si alguien, por desgracia, tiene que cobrar el paro seremos nosotros con nuestros impuestos quienes lo pagaremos, no será Jeff Bezos

Y, FINALMENTE, en quinto lugar, la política interna. Muchos ya lo sabíamos, pero si algo ha dejado meridianamente claro esta crisis es la enorme complejidad de la gestión política en España. El Estado de las autonomías fue un magnífico invento, a mi juicio, pero está necesitado de una reforma a fondo. La constitución ya ha superado los 40 años y es tiempo de revisarla, de hacerle una lectura crítica e introducir en ella cuestiones de gran calado que nos permitan utilizarla otros cuarenta. Y aquí no nos valen excusas del tipo de no es el momento o no es bueno abrir el melón. Es el momento y hay que abrir el melón. Toda constitución (o una potente reforma) nace en momentos difíciles, es cuando se siente la necesidad de disponer de una norma moderna. Y, desde luego, el federalismo tiene que ir abriéndose paso, la experiencia de estos años, y la puntual de estos meses de crisis, nos han proporcionado datos más que suficientes para tener que profundizar en la gestión de las autonomías.

Para todo esto que acabo de escribir es imprescindible que todos empujemos, cada cual en su ámbito personal, votando, claro, pero también exigiendo a los diferentes políticos algo que nos está faltando: decencia. No caeré en la equidistancia, no afirmaré que son iguales, no es así, pero en todos hay quienes no están a la altura. Hay partidos, Vox, independentistas, que tienen el veneno dentro, pero en los demás sería imprescindible un poco de serenidad y buena voluntad. H