Aestas alturas, la comisión parlamentaria destinada a investigar la presunta financiación ilegal (o irregular) del PP se ha convertido en un circo, de acuerdo con los planes de Rajoy y los suyos. Mientras, el Gobiermo ha aprobado un plan de carreteras para los próximos cuatro años que movilizará cinco mil millones de euros mediante acciones público-privadas destinadas a ponerles en la mano a las grandes constructoras un bonito negocio (no es raro por eso que el Ejecutivo quiera darle la vuelta a Ciudadanos y descafeinar a tope el futuro regulador del mercado de la contratación pública). La vida continúa. El PSOE todavía no sabe si conseguirá salir de la tumba. Podemos se dispersa, se obnubila y se pierde en los vericuetos de sus propias obsesiones y limitaciones. Los nacionalistas periféricos, a lo suyo (que es lo suyo pero no lo de todos los catalanes o vascos). Y de tal forma van evolucionando las cosas que mucha gente de buena fe ya no sabe qué es verdad o qué es mentira. El personal se guía por el origen de los mensajes. Si vienen de los míos, bien; si de los otros, mal. Sin pensar.

No es esto, decía el filósofo. Incluso los relojes estropeados dan la hora exacta dos veces al día. Además, en la política española empieza a resultar todo tan obvio que incluso el PP (el partido más suspendido en estudios y encuestas) puede tener razón. Cuando homenajea a Miguel Ángel Blanco (aunque lo haga con oportunista torpeza y por la boca de individuos como Mayor Oreja, uno de los ministros del Interior más ineficacies que ha conocido este país). O cuando critica la decisión de algunas comunidades (entre ellas Aragón, en la estela andaluza) de pasar a Bachillerato estudiantes que tienen asignaturas de la ESO suspendidas. O cuando denuncia el signo autoritario, impositivo y excluyente del procés secesionista en Cataluña. O en otras ocasiones.

Si en España no somos capaces de dejarnos guiar por la lógica, acabaremos negando las certezas más evidentes, incluso todas aquellas (y son muchísimas y muy importantes) que el PP... se empeña en negar.