La primera sesión del debate de investidura de Pedro Sánchez fue la constatación en el Parlamento de las diferencias y desacuerdos entre los dos partidos de la izquierda, el PSOE y Unidas Podemos (UP), enfrascados en un pulso por el poder a cuenta de la composición y el programa de un Gobierno de coalición que, después de tres meses de las elecciones del 28 de abril, se antoja como la única posibilidad de que España acabe la semana con un presidente investido. En un duro duelo parlamentario, Sánchez y el líder de la formación morada, Pablo Iglesias, intercambiaron reproches y evidenciaron que sus diferencias van mucho más allá que la presencia o no del segundo en el Ejecutivo.

En plenas negociaciones para formar Gobierno con vistas a la segunda votación de investidura del próximo jueves --la votación de hoy se da por perdida--, Sánchez e Iglesias protagonizaron un cara a cara inusual por la franqueza con la que expusieron sus posiciones negociadoras, sus recelos y sus desconfianzas. A juzgar por sus intervenciones en el Parlamento, las discrepancias son numerosas y de enjundia. Van desde el reparto del poder en el Gobierno (número y peso de las carteras que tendrá cada partido) hasta asuntos programáticos, de fondo. La cuestión catalana --a la que Sánchez apenas hizo mención en su discurso inicial-- es uno de los principales escollos, a las puertas de la sentencia del juicio del procés. Pero hay más, a juzgar por las diferentes intervenciones, desde la reforma del artículo 99 de la Constitución y la profundidad de un programa de izquierdas. No hay tradición en España de Gobierno de coalición, y esta falta de referentes sin duda se nota en las negociaciones entre PSOE y UP.

Un fracaso abocaría, según repitió Sánchez en varias ocasiones, a una repetición electoral, a pesar de que sobre el papel en septiembre habría otra oportunidad. Esta es la herramienta de presión del líder socialista sobre UP pero también sobre los dos principales partidos de la derecha, PP y C’s. Sus líderes, Pablo Casado y Albert Rivera, tuvieron unas intervenciones dispares. Casado fue contundente en su oposición a Sánchez pero mantuvo las formas. Rivera, en cambio, se abonó al tono bronco, situándose a la derecha del mismo PP. No parece que Sánchez encontrará en la derecha la abstención que anhela. Solo un acuerdo con Iglesias le lleva a la investidura. Apenas tienen unos días para pactar acuerdos y, sobre todo, desacuerdos, una tarea que por lo visto ayer no es nada sencilla.