No es un resultado a la búlgara, pero se le parece bastante. La victoria del sí a la reunificación de Crimea con Rusia sin embargo no permite inferir que esta incorporación llegue a producirse en un futuro inmediato. Hay precedentes. El de Trasnistria, por ejemplo, la región moldava que votó en un referendo parecido arrojando un resultado también muy similar. Ocho años después sigue en un limbo, sin ser un Estado independiente reconocido, ni formar parte de Rusia.

Pero la apuesta de Vladimir Putin en Crimea es más importante. Lo es no porque Moscú necesite la salida al Mar Negro que ya tenía plenamente garantizada con su base naval en la península y el acuerdo con Kiev que sella esta presencia. Lo es porque para Ucrania es un país demasiado importante por razones culturales, históricas, económicas, pero sobre todo por motivos estratégicos.

Putin ha resucitado la vieja doctrina Breznev que otorgaba una soberanía limitada a los países limítrofes de la Unión Soviética. Con el órdago lanzado en Crimea y su concreción en el resultado del referendo, el zar del Kremlin se ha dotado de una baza con la que aspira a conseguir que Ucrania no se decante hacia Occidente que es el motivo por el que se inició la protesta en la plaza Maidán en diciembre del pasado año.

Ahora bien, la Unión Europea y EEUU ya han dicho que no aceptarán el resultado de la consulta de ayer en Crimea por ser ilegal e ilegítima además de constituir una grave amenaza a la estabilidad. Bruselas y Washington no pueden legitimar una política de hechos consumados como la puesta en práctica por Moscú. Descartado el uso de la fuerza, las armas que Occidente tiene para pararle los pies a Putin se centran en su aislamiento político y económico.

Hoy Bruselas estudiará un paquete de sanciones selectivas y sería bueno que los dirigentes europeos no manifestaran su desacuerdo sobre el alcance y la contundencia del paquete. También es fundamental reforzar la legalidad democrática en Kiev con las elecciones presidenciales previstas para mayo, que pondrán fin a la interinidad actual. No hay que dejarse impresionar por la testosterona de Putin y hay que recordar que la economía rusa es muy vulnerable pese a todo el gas, y que en las actuales circunstancias, su poder de veto en la ONU es el espejo de su aislamiento.