En el siglo IV antes de Cristo dos de los más notables filósofos de la historia escribieron sendos tratados sobre sistemas para gobernar. Platón lo hizo en La República o el Estado, donde se refería a la aristocracia («aristos» significa «los mejores» y «kratos» es «poder») como forma de gobierno ejercida por los individuos más preparados e inteligentes. Unos treinta años después Aristóteles, en su libro La Política, analizaba cómo se organizaba y proponía cómo debería organizarse la sociedad, de cuyo gobierno, por cierto, excluía a las mujeres.

Las tesis de ambos filósofos han sido estudiadas y diseccionadas con todo detalle por cientos de intelectuales, que han teorizado sobre las formas de acceso al poder y la mejor manera de designar o, en su caso, elegir a los que mandan. Platón y Aristóteles eran unos ingenuos elitistas dedicados a pensar y consideraban que la mayoría de la ciudadanía carecía de capacidad y preparación para ejercer el gobierno.

Dos mil cuatrocientos años más tarde las cosas, en este sentido, no han cambiado demasiado. Esta misma semana el presidente ruso Vladimir Putin sacaba músculo al presentar unos misiles que, según dijo, son invencibles y pueden atravesar sin ser detectados ni destruidos el escudo antimisiles estadounidense. Y Donald Trump, ese presidente de los Estados Unidos que ganó las últimas elecciones en número de delegados electorales que no en votos populares, prometió a sus votantes que «América (sería lo) primero» entre sus objetivos.

Putin y Trump son dos gallos de pelea que lanzan un mismo mensaje, terrible y prepotente, amparados en una poderosísima maquinaria de propaganda capaz de anular a cualquier rival que se atreva a hacerles frente. Utilizando mensajes simplones y banales, que se pueden resumir en el grosero «Yo soy el que la tiene más grande», han logrado convencer a millones de personas de sus respectivos países de que ellos son la solución porque son los más fuertes.

El concepto de aristocracia que defendían Platón y Aristóteles se tergiversó pronto. La idea del gobierno de los mejores se transmutó por la del gobierno de la oligarquía, es decir, la toma del poder por una minoría política y económica poderosísima que lo utiliza para su beneficio propio en detrimento de los intereses de la mayoría. Así son Putin y Trump. Y muchos millones de personas en sus países siguen pensando que estos dos insensatos son los mejores e incluso piensan seguir votándolos. Al menos mientras los muertos sigan siendo sirios y africanos.

*Escritor e historiador