Es curioso. Un repaso de los medios de comunicación muestra que formalmente los problemas que ahora preocupan a la sociedad francesa y a sus políticos son similares a los que quitan el sueño a quienes moramos aquende los Pirineos. Por un lado, abundan las denuncias de inversiones multimillonarias en obras faraónicas que se han demostrado inútiles o mal dimensionadas. Entre ellas no faltan autopistas de peaje, como la Pau-Langon, de 150 kilómetros, por la que apenas circulan automóviles. El fantasma del rescate por el Estado ya flota en el ambiente. Ni tampoco aeropuertos, como el de Grenoble que, a solo 50 kilómetros del de Lyón, pugna desesperadamente por sobrevivir atrayendo a quienes pretendan practicar el esquí en los Alpes vecinos. ¿No les suena a deja vu por nuestros pagos? Con una diferencia, que por lo menos Grenoble ya ha conseguido 337.000 pasajeros el último año, una nimiedad frente a los 8,5 millones de Lyón, que a pesar de todo está infrautilizado. Pero también ha escandalizado la inversión de 41 millones en la edificación de un segundo museo del mar en Biarritz. O los 14 millones enterrados en uno dedicado al cine en Angulema que permanece cerrado desde hace dos lustros porque nadie quiere hacerse cargo de los gastos de mantenimiento. También Marsella se ha unido al despilfarro dedicando 56,7 millones a un sofisticado centro polivalente de patinaje sobre hielo que ahora, ante la falta de asistencia, quiere reconvertir en una inmensa piscina.

LA CLASE política francesa en el poder, y parte de los medios de comunicación, achacan a la tímida descentralización administrativa emprendida por sus antecesores la razón de estos desmanes. Según la estadística oficial, 36.700 municipios, 101 departamentos y 22 regiones metropolitanas dan lugar a que 562.000 cargos electos con 1,9 millones de empleados administren el 12% del PIB. La conclusión es fácil de imaginar. Redimensionar y recentralizar. Una receta muy similar a la que pretende aplicar en España el PP... y alguno más. Pero el caso francés tiene unas peculiaridades que la receta no parece tener en cuenta. Es sabido que son muchos los diputados y los altos cargos del Gobierno que, residiendo en la capital, son a la vez alcaldes de un municipio de provincias. Su continuidad en el cargo estatal depende de la reelección como ediles por lo que tenderán a utilizar los hilos que directa o indirectamente controlan del presupuesto estatal para hacerla más probable. El poder de decisión ya estaba muy concentrado en París y lo que hacían los responsables locales era utilizar sus influencias para barrer para casa.

Visto el grado de centralización política característico de la Administración gala es el redimensionamiento la única fuente principal del buscado ahorro de 12.000 millones en 10 o 15 años. El primer paso consistió en reorganizar las 22 piezas del puzle dibujado en 1983, formado por las regiones de la Francia metropolitana. Se inició un proceso que, partiendo del principio que los límites no se tocan, pretendió enganchar algunas piezas hasta rebajarlas cuanto menos a 13, como aprobó recientemente la Asamblea Nacional. No parece que los encargados de la operación tuvieran presentes consideraciones históricas en su tarea. Así, por ejemplo, Alsacia y Lorena, cuya singularidad cultural es notoria, no solo se fusionan sino que también incorporan la Champaña. Y la Auvergne, de tan fuerte personalidad, se une a Rh“ne-Alpes con capitalidad en Lyón. Solo Córcega, por su insularidad, y curiosamente Ile de France, ocupada por París, se mantienen intactas y desmienten la afirmación de que el proceso busca crear regiones de dimensión europea.

Volvemos siempre a Lampedusa: se trata de cambiar todo para que nada cambie. Y en cuanto al ahorro que se conseguirá... habrá que verlo. Economista