Una cosa es ponerse triunfalista porque igual le metemos un gol a Cataluña por la escuadra del 155 (lo cual, por cierto, es como jugar con el árbitro a favor, algo no demasiado deportivo), y otra que pensemos, llevados por la típica candidez aragonesa, que Los Bienes de Sijena, La Mundial del Arte Sacro, son unos cachivaches que es posible coger por las buenas y traerlos, tanto si quieren los del Museo de Lérida como si no. En realidad su traslado plantea no pocas complicaciones técnicas, al margen de las políticas, que también son de aúpa. Por eso el ministro-conseller, Méndez de Vigo, y nuestra bendita consejera, Mayte Pérez, transitan por este tema como pisando huevos e intentan imaginar de qué forma podrá cumplirse la última y entusiasta orden del juez oscense sin que la cosa se líe.

A ojo de buen cubero, solo los arcones y alguna otra pieza que exhiben en Lérida precisarán un transporte cuidadosísimo, preparando previamente los embalajes adecuados y, supongo, contratando los seguros pertinentes. No se trata pues de que vayan allí los beneméritos, carguen El Tesoro en las furgonetas... y p’alante. Pues no.

La mayoría de las piezas que han de venir no están hoy a la vista del público e ignoro sus actuales condiciones, pero supongo que también sería preciso verlas, considerar su estado y actuar con suma delicadeza. De hecho, Cataluña ya devolvió todo lo que podía traerse y llevarse sin mayor cuidado (los auténticos zarrios). Ahora habría que andarse con pies de plomo. Si es que valoramos la integridad de Los Bienes, y no los hemos convertido en un simple objeto de deseo para jorobar a nuestros vecinos.

Digo todo esto por si llega el día 11, lunes, nada se mueve y el juez insiste en que vayan allí los técnicos del Gobierno aragonés amparados por las fuerzas del orden y agarren sin más lo que corresponda. Eso no va a ser así. No puede ser así. Conviene que nos hagamos a la idea y actuemos con el equilibrio y la sensatez que las autoridades catalanas jamás tuvieron. Con categoría.