Una de las causas más frecuentes de bancarrota de las familias estadounidenses es no poder pagar las facturas procedentes de la atención sanitaria. Mucha gente pierde todo lo que tiene para pagar una intervención quirúrgica o un tratamiento oncológico. El seguro sanitario, unido en muchas ocasiones al contrato de trabajo, cada vez es un complemento ofrecido por menos empresas, por lo que aumenta el número de ciudadanos sin ningún tipo de cobertura sanitaria. El riesgo de contraer una enfermedad lleva aparejado el riesgo de caer todavía más en la precariedad y en la pobreza. Los grandes grupos financieros y también los profesionales presionan para que el ámbito sanitario siga siendo un negocio para algunos, y para que lo siga siendo harán todo lo posible para que el sector público no se desarrolle o lo haga lo menos posible. Lo mismo pasa con la educación superior. Muchas familias vuelven a hipotecar sus viviendas para poder pagar las altas matrículas de las universidades, o simplemente renuncian a esa posibilidad porque queda fuera de su alcance. Cuantos menos servicios públicos, menos derechos tienen los ciudadanos. El Estado es el problema, no la solución, afirman los conservadores. Europa debe decir que ese no es el camino para construir una sociedad justa, más igualitaria y más solidaria. Si creemos en un proyecto europeo al servicio de las personas y no de los capitales, las próximas elecciones son una cita importante porque sus resultados afectarán nuestras vidas, y no poco. Profesor de universidad