No descubro nada que no se sepa desde hace tiempo si afirmo que hay algunos que aspiran a ser profesionales de la política y ambicionan vivir de un cargo público desde que acaban el colegio hasta la jubilación; y más allá. Los hay a docenas en todos los partidos, tanto en los clásicos (PP, PSOE) como en los nuevos (Podemos, Ciudadanos, Vox). Son especialistas en sobrevivir a cualquier tipo de cambio, y si ven que no pueden hacerlo en su partido, pues se mudan a otro donde les aseguren el puesto, y seguir viviendo del cargo, que solo son dos días.

Este tipo de políticos profesionales son especialistas en adular al jefe de turno, auque no dudan en acuchillarlo (metafóricamente hablando) y en pasarse al otro lado en cuando atisban --para eso suelen tener un olfato natural extraordinario-- que el poder va a cambiar de bando.

Sin ideología

Estas gentes carecen de ideología y no conocen el menor sentido del rubor a la hora de justificar sus copernicanas mutaciones; así, afirman una cosa y su contraria en un santiamén sin que se les ponga la cara roja de vergüenza.Algo parecido se está viendo estos días en la política española, en el penoso, lento y desesperante asunto de las ¿negociaciones? para la investidura del presidente del Gobierno.

Pedro Sánchez es un político oportunista, hábil y gélido como un témpano. Hace unos meses me lo presentó un alto cargo socialista, que al rato me preguntó si se me había helado la mano al saludarlo. Le dije que no, y él me repuso muy serio: «Pues a mí se me ha congelado hasta el codo». Además de frío, Sánchez es también un veleta a favor del aire, o sea, al que sople en su favor, capaz de decir el mismo día que no puede admitir a Pablo Iglesias en su futuro Gobierno porque «no defiende la democracia en España» (textual) y habla de «presos políticos», y a la vez bendecir que los suyos (el PSC) cogobiernen en el Ayuntamiento de Barcelona, cuya alcaldesa califica también a los procesados independentistas de «presos políticos» y además cuelga en la fachada del consistorio un enorme lazo amarillo.

Sánchez tiene 123 diputados de 350, pero se pasea como si hubiera obtenido la mayoría absoluta. Porque Pedro es así, prepotente, pagado de sí mismo y encantado de haberse conocido, y se comporta como los profesionales que están en la política para vivir de ella hasta que se jubilen; y más allá. Por eso me lo imagino en su época de meritorio en el partido yendo de despacho en despacho preguntando a los jefecillos de turno: «¿Qué hay de lo mío?». Y en esas sigue.

*Escritor e historiador