Poco ha, en España surgió una gran polémica sobre si disfrutamos de una democracia plena. Solventes politólogos afirman que la democracia es un ideal a conseguir, una utopía, nunca es plena. Algunos de ellos: John Keane, Pierre Rossanvallon, Norberto Bobbio, Boaventura de Sousa Santos, etc. Rousseau en 'El Contrato Social' manifestó «Si existiera un pueblo de dioses se gobernaría democráticamente». Los seres humanos no somos perfectos como los dioses. Ni tampoco los españoles. En una encuesta reciente del programa de 'El hormiguero', el 71,4% de los españoles consideran que en España no hay una democracia plena. Tales datos deberían servirles de reflexión a muchos políticos y periodistas-tertulianos.

Una democracia plena necesita de una ciudadanía demócrata. ¿Los españoles conocemos el sentido de la democracia? ¿Nuestras acciones en la sociedad, la escuela, el trabajo y la familia están regidas por sus valores? Intuyo que no. Quizá sea por nuestra idiosincrasia, como decía Azaña: «El enemigo de un español es siempre otro español. Al español le gusta tener la libertad de decir y pensar lo que se le antoja, pero tolera difícilmente que otro español goce de la misma libertad, y piense y diga lo contrario de lo que él opinaba. O quizá, porque la democracia ha sido excepcional en nuestra historia. Y tal hecho deja huella. Santiago Alba Rico para explicar las secuelas culturales del franquismo ha recurrido al historiador tunecino Ibn Khaldun, muerto en 1406, el cual en se preguntó: ¿por qué Dios hizo vagar 40 años a los hebreos por el desierto? Khaldun contestó que fueron necesarios 40 años, toda una generación, para borrar el recuerdo de la esclavitud. En el caso de España fueron necesarios 40 años de Franco para olvidar el recuerdo de la libertad. España entró en la UE y se sumergió en el consumismo con muy poca memoria, y 40 años después de la muerte del dictador, no conserva ninguna raíz con el pasado. Por ende, un país sin memoria es un país a merced del viento, en el que puede ocurrir cualquier cosa, lo cual es gravísimo a la hora de construir una democracia plena.

Como no hemos mamado sus valores, nos resulta difícil comportarnos de acuerdo con ellos. Muchos nos hemos acostumbrado a resolver autoritariamente los conflictos, inevitables en la convivencia, por medio del ordeno y mando y el puñetazo encima de la mesa, «porque lo digo yo», «no hay más que hablar», en lugar del diálogo, el contraste de pareceres y el intercambio de opiniones.

Verdades políticas relativas

Para Manuel Ramírez, que fue catedrático de Derecho Político de la Universidad de Zaragoza, los valores democráticos son: la verdad política absoluta no existe y por ello en la democracia caben y son posibles las verdades políticas relativas. Creación de ciudadanos libres, capaces de optar, fomentando su capacidad crítica. Valoración de la existencia de una sociedad pluralista, aceptando la diversidad como valor no solo asumible, sino también enriquecedor. Comprensión de la democracia como valor e incluso como utopía, que va más allá de la política, que es forma de vida, que impregna a la sociedad. Personalidad democrática caracterizada por la comprensión y el diálogo, por la condena de las segregaciones, por el aprecio de la verdad y la ciencia como fuente de progreso, por la apertura mental a otras formas de pensar diferentes a las propias, por la creencia en la solución pacífica de los problemas. Fomento de las virtudes públicas que han de prevalecer sobre las privadas. Asimilación del valor positivo del conflicto, no solo inevitable, sino positivo, ya que es motor del cambio. Estimulación de la participación en lo público, en lo colectivo, que ha de ser visto como propio, porque es asunto de todos.

Ser y actuar democráticamente es complejo. No se nace demócrata. Tampoco se hace uno demócrata de una vez y para toda la vida. Ser demócrata no es algo natural y espontáneo. Tampoco lo son las sociedades. Una sociedad democrática es el resultado de un largo esfuerzo individual y colectivo. La democracia se construye cada día y debe mantenerse siempre vigilante para asegurar su buen funcionamiento. Hay que cultivarla y mimarla, para hacerla cada vez mejor. Como agentes de socialización de los valores democráticos son claves: la familia, la escuela, la sociedad, la política, los medios de comunicación…

La revolución del respeto

Termino con unas reflexiones muy aleccionadoras para nuestra democracia, de Virgilio Zapatero: «Fernando de los Ríos en un mitin en Granada en febrero de 1936 dijo: En España lo único pendiente es la revolución del respeto; el respeto no solo individual sino social porque constituye el mejor cimiento sobre el que construir la España civil.

¡Qué idea más luminosa y más actual para todos nosotros en esta España tan crispada, a veces tan feroz y que parece condenada de nuevo a una polarización enconada!

El respeto exige interés por los demás, curiosidad por las ideas y propuestas del otro y capacidad de diálogo: dialogar -decía Machado- es primero preguntar y después escuchar. Para respetar una posición, para respetarnos no tenemos que estar de acuerdo: basta con tener curiosidad, con comprender que la posición del otro refleja un punto de vista diferente, que puede tener sus razones atendibles y que esta diferencia nos ofrece la oportunidad de aprender escuchando y así avanzando en la construcción de esa utopía que es la España civil».