Creo que una buena parte de la opinión publicada acerca de las actividades de los sindicatos, su penetración en el mundo del trabajo y su capacidad de movilización, no anda demasiado certera en su diagnóstico. Permítanme que aporte algún dato, con la intención de contribuir al esclarecimiento de esta cuestión. Lo voy a hacer siendo consciente al menos de tres cuestiones. Una que es tarea ingente contrarrestar la avalancha de interpretaciones que se vuelcan cotidianamente en los medios. Otra que no es fácil sintetizar en un artículo una cuestión que entraña cierta complejidad y la tercera que siempre habrá quien diga, “pero este… ¡que nos va a contar!”.

La crisis económica y la destrucción masiva de empleo, reordena las prioridades en las cabezas de las personas trabajadoras; las mejoras laborales pasan a lugares muy secundarios, ocupando primerísimos lugares el mantenimiento del empleo o la consecución del mismo para los que engrosan las cargadísimas estadísticas del paro. Convendremos que para millones de personas, pasar de la ofensiva a una temerosa defensiva, es un cambio vital de la suficiente entidad que además de ser perfectamente entendible, afecta a la capacidad movilizadora en los centros de trabajo. Y esto es aprovechado por gobiernos que no se caracterizan precisamente por legislar para proteger a los más vulnerables.

Por si esto pudiera parecer poco, se actúa legislando para agudizar las dificultades. Así, las reformas laborales de los últimos años han ido dirigidas a favorecer la precariedad laboral y los salarios miserables. También a reforzar la arbitrariedad empresarial en las relaciones laborales, a facilitar y abaratar los despidos y a cargarse la negociación colectiva.

Además habría que añadir auténticas campañas de desprestigio contra el hecho sindical, así como una satanización del democrático derecho a la huelga que ha culminado con cientos de trabajadores y trabajadoras afiliados a los sindicatos, en los juzgados. Vamos, una auténtica carrera de obstáculos y aún me dejo cosas en el tintero.

Con todo esto y más allá de los errores cometidos, pretender achacar la disminución de la capacidad movilizadora a “unas centrales sindicales burocratizadas, envejecidas y tocadas por la corrupción”, manifiesta un pelín de mala leche, un bastante de prejuicios, un mucho de desconocimiento y, en el mejor de los casos se parece mucho a una broma de mal gusto. Y si esto se escucha o se lee de bienintencionadas bocas y plumas progres… pues que le voy a contar a usted.

Claro que los sindicatos no están en su mejor momento. Pero que nadie se regocije, porque estos que algunos pretenden muertos, no gozan de tan mala salud. La afiliación sindical, al menos en CCOO, durante los años duros de la crisis no bajó mucho más de lo que disminuyó la población ocupada por cuenta ajena. Los amigos que nos hacen en la UCI, que se relajen porque llevamos meses de crecimiento afiliativo.

Además, en este país, las trabajadoras y trabajadores, deciden con su voto, empresa a empresa en un proceso de renovación permanente, quienes son sus representantes. En Aragón, hay 9.386 representantes sindicales de base elegidos directamente en los centros de trabajo; de ellos casi el 75% son de CCOO y UGT. A la vista de estos datos, los que hablan de “hundimiento” sindical, deberían matizar mucho sus palabras.

Sindicato vivo, por supuesto. Por algo será. La negociación colectiva, a pesar de la legislación impuesta, se ha salvado en gran medida, con mucha inteligencia sindical y manteniendo la tensión movilizadora posible. La atención sindical, individualizada y colectiva no ha perdido intensidad en las empresas y en las sedes sindicales. Nuestras asesorías laborales y gabinetes jurídicos, siguen siendo un referente imprescindible para las personas trabajadoras con problemas. La interlocución sindical en el conflicto y en el acuerdo, sigue viva con la patronal y las administraciones.

En tiempos difíciles, debatiendo acerca de cómo adecuar nuestra forma de ser, con vocación de renovación, aprovechando el saber colectivo acumulado y el ímpetu de los nuevos cuadros sindicales… Los Sindicatos siguen ahí. Fundamentalmente porque los trabajadores los perciben como útiles y necesarios.

A todos los demócratas bienintencionados, critiquen con rigor porque eso hace reflexionar y ser mejores. Pero, por favor, no carguen las alas de las buenas gentes sindicalistas con indiscriminadas andanadas de plomo, porque no disparan contra burócratas, sino contra personas que, casi siempre, se toman militantemente y muy en serio su trabajo sindical. <b>*Secretario General de CCOO Aragón</b>