Esta carta debería ser un finiquito. El suyo, concretamente. Lástima que yo sola no lo pueda firmar y decidir. Ustedes se deben a los ciudadanos, que somos muchos, y quizá todavía quede alguno que aplauda su comportamiento de los últimos tiempos. Me parecería marciano, pero todo puede ser. Ustedes están consiguiendo algo francamente difícil para los trabajadores de a pie: mantienen su puesto y su salario, a pesar de que llevan meses tocando el violín en horario laboral.

Los ciudadanos somos los jefes que menos mandamos. Y eso que antes mandábamos solo una vez cada cuatro años, cuando íbamos a votar. Últimamente mandamos un poco más, porque las urnas empiezan a ser una solución recurrente cuando ninguno de ustedes sabe qué hacer ni cómo hacerlo. O mejor dicho, cuando ninguno de ustedes se sale con la silla. Perdón, con la suya. Están cobrando por no hacer nada.

En mi opinión, los que nos merecemos su sueldo en estos momentos somos los que asistimos pasmados a su bochornosa incapacidad para llegar a un mínimo acuerdo que ponga en marcha el país. Deberíamos cobrar por tragarnos semejante espectáculo. Ustedes no piensan en nosotros. Ustedes piensan en ustedes. No vemos la luz ni a izquierda ni a derecha, ni en el Gobierno central ni tampoco en los alrededores. Parece que ya no saben ni sumar. Es un milagro que todavía queden personas con fe. Ustedes centran sus principales esfuerzos en sepultarnos bajo sus insoportables eslóganes. Todo son chascarrillos destinados a copar tiempo en las noticias, ya que por lo demás -y por lo que respecta a ustedes y sus obligaciones- no hay absolutamente nada informativamente relevante.

He oído hace unas horas a una dirigente de Vox decir: «Los españoles no saben dónde está Albert Rivera; no lo sabe ni Malú». Esta ha sido hoy su gran aportación a la situación de bloqueo en la que nos han metido unos y otros. Y por esto les pagamos. Queridos políticos, gracias por nada.

*Periodista