Para pelear, incluso para defenderse, hay que conceptuar y definir al enemigo. En un primer tiempo de esta locura iraquí, sabíamos que el enemigo era Sadam Hussein; un sátrapa asesino. Pero ni siquiera había consenso en la razón última para atacarle. Si fueron, como se invocó, las armas de destrucción masiva, fue una guerra por una causa infundada. El resultado, ahora, es el caos.

Nadie puede pretender que el frente de Irak es una lucha abierta contra grupos terroristas, porque colegir eso sería sumirnos en la indefensión dado el volumen de la revuelta.

LO MAS razonable es observar la resistencia en Irak y comprender que una gran parte de la población está en contra de la presencia de un ejército invasor. Contrarrestar esa sublevación es obligarse a reprimir una insurrección popular y sembrar las cunetas de cadáveres que serán de patriotas, si finalmente los iraquíes consiguen expulsar a los norteamericanos, o de renegados, si el ejército de George Bush logra una victoria.

A lo largo de la historia, la línea que separa la grandeza de los patriotas de la ignominia de los terroristas, es sólo el resultado de la guerra. Pero es que ni siquiera están definidos los términos de esa victoria que se dice perseguir.

Si las dos grandes comunidades iraquís, están en contra de la presencia norteamericana, la victoria no se podrá alcanzar nunca porque no existe precedente en la historia de una ocupación exitosa de un territorio contra la voluntad de sus habitantes. La resistencia podrá ser más o menos activa, pero siempre será un tránsito hasta la expulsión del invasor.

EN LAS DISTINTAS circunstancias en las que está Irak, que Estados Unidos pida la suma de más ejércitos para realizar un trabajo que ellos empezaron, es sólo una petición de incondicionalidad más dentro de su estrategia basada en el unilateralismo.

Naciones Unidas no puede apoyar a Estados Unidos sin condiciones para terminar una sublevación de este país contra la autoridad de la ONU. No hay más solución que una cesión total del mando a Naciones Unidas para que este organismo pueda recuperar la credibilidad que le permita solucionar este inmenso problema que han creado Bush, Blair y Aznar. Incluso el horizonte del 30 de junio se ve lejano.

El presidente español, ahora aún en funciones, se va dejando el asunto empantanado y sin responder con seriedad a la pregunta de por qué nos metió en una guerra en la que ni siquiera podemos identificar ya al enemigo. Da la impresión de que Bush y Blair van a seguir los mismos pasos.

*Periodista