Desde luego, no manda el grupo municipal del Partido Popular. Y eso les tiene muy nerviosos. Acostumbrados a ser la correa de transmisión de los poderes fácticos de la ciudad, los dirigentes del Partido Popular no acaban de asimilar que las cosas han cambiado y que ahora en el ayuntamiento hay un gobierno municipal decidido a gobernar en beneficio de la mayoría y no de quienes se creen en el derecho, por su poder económico, de regir el destino del resto de ciudadanos.

Por eso al PP de Azcón le molesta tanto que se subvencionen iniciativas culturales para poner de manifiesto quién se lo lleva crudo y con apoyo de quién (de qué medios de comunicación, de qué organizaciones políticas, de qué entramados empresariales). Esa fue la iniciativa conocida como Quién Manda en Zaragoza, que ha desatado las iras de los populares en forma de argumentos peregrinos. Decir que la intervención Quién Manda en Zaragoza, que contó con la participación de numerosos artistas, tenía tintes políticos es desconocer la íntima y habitual vinculación del arte con la política. Quizá le suene a Azcón el Guernica de Picasso. O quizá más el Valle de los Caídos. Dos expresiones de arte (seamos generosos con la segunda) de innegable contenido político. El arte, la cultura, es un instrumento, entre otras cosas, de creación de conciencia, claro que sí. Argumentar que el ayuntamiento subvenciona a su entorno ideológico es obviar el hecho de que en los presupuestos recién aprobados son entidades del ámbito de la Iglesia Católica, a la que imagino pertenecen los concejales del PP y a la que no pertenecen la mayoría de los concejales de ZeC, las que reciben un mejor trato. ¿Por qué? Porque el ayuntamiento se ha fijado en los proyectos presentados, en su interés ciudadano, y no en el perfil de las asociaciones demandantes. En cuanto a argumentar que el ayuntamiento ha utilizado el dinero público para beneficiar a su entorno, escuchado en boca de un correligionario de Bárcenas, Mata, Fabra y compañía, provoca sonrojo.

En el fondo, lo que late es la profunda desazón por que el gobierno de ZeC haya sido capaz de sacar adelante unos presupuestos con el apoyo de toda la izquierda. Azcón se las prometía muy felices en su labor de desgaste del gobierno municipal. Su objetivo no era otro que desestabilizar el ayuntamiento para que todo vuelva a su cauce, es decir, a la situación que se denuncia en QMZ: contratas que no se cumplen y decisiones municipales en beneficio de los poderes fácticos. La habilidad de ZeC para conseguir unos presupuestos con la izquierda, cosa que los populares no imaginaban, les ha sumido en el desconcierto y la indignación. De ahí su ataque a ZeC en este tema y a CHA y Mhuel con el tema del laicismo, donde la intervención del concejal popular Pedro Navarro ha sido todo un ejemplo de falta de respeto a quienes no comulgan con sus ideas.

En el ayuntamiento, la izquierda ha mostrado que es capaz de ponerse de acuerdo para un presupuesto beneficioso para la ciudad. No es el presupuesto de ZeC, sin duda, pero cuando se está en minoría, si se quiere gobernar, es preciso saber negociar, cosa que ha demostrado el equipo de gobierno. Ojalá en otras instituciones se tome nota. Y ojalá sea un punto de inflexión que permita rebajar tensiones en la izquierda y, sobre todo, gobernar para la mayoría social. Sabemos quién manda en Zaragoza, y sabemos que el PP es solo la correa (en alemán Gürtel) de transmisión de decisiones que se toman en consejos de administración a los que, luego, como reconocimiento de los servicios prestados, se les incorporará con suculentos salarios. Esa es, desgraciadamente, una parte de la historia de nuestra democracia. Pero la correlación de fuerzas en el ayuntamiento, y en la DGA, permite cambiar las cosas y es evidente que a los que ahora mandan, y a sus portavoces, hay algo que les pone muy nerviosos: que sean otros, la mayoría social, los que tomen en sus manos los destinos de la ciudad. ¡Hasta ahí podríamos llegar!

*Profesor de Filosofía. Universidad de Zaragoza