Yo creo que Podemos tiene razón. Yo creo que uno debería ser del sexo que sienta dentro con solo verbalizarlo. Yo creo que eso de hormonarse, someterse a un proceso tan doloroso, tan largo, tan definitivo, para cambiar de sexo, es una mandanga. Yo creo que ese acompañamiento a la persona que decide que ha nacido en un cuerpo que no siente del todo suyo, es superfluo y para qué. Y lo digo porque yo hay días en los que quiero ser hombre. A qué mujer no le ha pasado. Cuando tu jefe te ha dicho que qué bien te has portado en el embarazo, sin una sola baja, como si estar preñada fuera una enfermedad. O cuanto te han pagado de menos por ser mujer. O cuando has llorado y lo han visto como signo de debilidad, de qué blandengues son las chicas.

Yo quiero ser hombre para esos días en los que me siento agresiva y como soy mujer, me catalogan de bruja loca. Durante muchos años he querido ser hombre cada vez que tocaba depilarse, tener la regla o ponerme a dieta. Por eso, estaría bien poder ser hombre con solo declarar la voluntad de serlo. Las feministas clásicas, las viejas luchadoras, se equivocan en una cosa: no creo que haya una avalancha de hombres declarando que son mujeres, porque quién querría ser el sexo débil solo por postureo. Creo que será al revés: montones de mujeres se declararán hombres, querrán que las trate como a los hombres cuando vayan envejeciendo o cuando les asignen un salario.

Y ahora, para los que leen de forma literal, aquí va mi postura: estoy en profundo desacuerdo con el proyecto de ley Trans de Montero y pido desde aquí que los derechos de las personas de este colectivo y, sobre todo, su salud, se tomen más en serio y se les muestre más respeto.