Quince años después de la masacre de los trenes madrileños, la miserable mentira con la que aquel día se quisieron cubrir Aznar, Rajoy, Acebes y los demás seguía estando allí. Abascal reclamó la «verdad» (o sea, la falsa verdad del aznarismo) desde Twitter y Casado, actuando una vez más cual evidente submarino de Vox, exigió la desclasificación de unos supuestos archivos y documentos que no identificó ni señaló... porque no existen. ¿Pero cómo se le ocurre a esta buena gente remover otra vez (¡duro y dale!) una de sus actuaciones más sucias, retorcidas y tramposas? ¿Hasta tal punto llega su soberbia y su afán por hacer que España sea su España?

Asistimos a unos espectáculos y unas situaciones inéditas e inauditas. Hasta el punto de que ha tenido que salir a la palestra la Junta Electoral Central a decir sin sombra de duda que, por supuesto, el actual Gobierno de España tiene el derecho a mantener las ruedas de prensa de los viernes y su actividad política... como hicieron con anterioridad todos los Ejecutivos centrales habidos en el Reino. ¿Que esas comparecencias adquieren tintes electoralistas? Pues sí, claro. Desde siempre. Como Sánchez va en el avión presidencial... ¡porque es el presidente!

Vox sigue a lo suyo mientras el PP se descompone a ojos vista. Cs bastante tiene con salir como buenamente puede de sus incipientes pero sabrosos escándalos y líos internos, que lo de Castilla-León ha sido de traca maraca.

Envueltas en una atmósfera que por fortuna es mucho más densa en los medios y las redes que en las calles, las derechas estaban ayer jodidas porque el barómetro demoscópico de ABC, dirigido por Narciso Michavila, el augur favorito de los conservadores, había profetizado que el PSOE sigue ganando terreno porque concentra el voto de izquierdas a costa de Podemos, que los nacionalistas de la periferia están fuertes y que PP, Cs y Vox no alcanzarían la mayoría absoluta y perderían el Senado por goleada. De ahí los nervios y el crujir de dientes. Menos mal que vuelve Zidane.