Hace unas semanas una agencia de publicidad buscaba gente con pinta de pueblerinos para un anuncio. No especificaban qué es eso de las pintas. Imagino que imaginaban con poca imaginación a su típico paleto con boina y gayata, el gañán, el Marcial, camisa a cuadros y pantalón de pana. En el visionario urbano durante muchas décadas se cultivó esa ilusión del paleto al que estafar en Atocha. Nuestro Paco Martínez Soria encumbró ese personaje inocente, tierno, tontorrón, sabio de la tierra, tosco, tocapiernas, tradicionalista, rancio… adjetivos que se adhirieron al baturro aragonés por acento para gloria del régimen que regionalizaba uniforme la diversidad nacional. Caricatura simple como todas las fílmicas que no consiguen enfrascar en relatos comerciales la complejidad humana; simplifican.

Ese caparazón con el que algunos ven al señor rural era antes un símbolo de señorío. La boina la utilizaban los nobles como elemento de distinción. La primera data de una excavación en Dinamarca de unos restos del siglo XI antes de Jesucristo. Flipa. Los carlistas las pusieron de moda. Sin ellas no pueden vivir los buenos euskaldunes, escoceses o gauchos argentinos, que atrévete tú a decirles a la cara que son paletos. Fueron símbolo francés, muy chic en el París más existencialista de Jean-Paul Sartre y elemento indisoluble de los revolucionarios barbudos cubanos. Las txapelas eran prendas de tenistas y directores de cine.

Ese ovni de cabezas termina en su curioso pirulo cuya explicación no es de asidero para cogerla sino para unir todos los trozos triangulares con los que se confecciona este gorro ahuecado. Queda chulo, cuqui, y encima es útil para que no te dé el sol en la cabeza, que el pelo no se te enrede entre las ramas y evitar que el sudor te caiga a los ojos. Quizá por eso viene bien cuando trabajas en el campo y no tanto cuando estás en tu oficina del coworking dándole a la mandanga para pensar en qué es un pueblerino de anuncio.

El mono que somos intenta utilizar los tópicos para facilitarse las cosas. Estos son así y los otros son asá. Punto. Cada rebaño en su redil y así no pensamos en los matices. Que eso cansa y enfrenta menos. Así los de pueblo tienen aspecto pueblerino o los neorurrales somos todos unos 'hippies'.

En ambas direcciones se utilizan estos estereotipos que suelen romperse en la cercanía, el diálogo y con la mente abierta. Hay quien le cuesta y sigue chocándose con esa puerta de intolerancia y espesura. Pero si te quitas esa boina cerebral, sales al mundo, hablas con la gente, enciendes los ojillos, eso se cura. Tranquilo.