En el colegio me dio por decir que era alérgica a la tiza para no tener que salir a escribir en la pizarra y evitar así ponerme en el centro de la observación de toda la clase. Yo soy más de la periferia y de las miradas al margen, me decía a mí misma para justificar mi artimaña. Se me acabó el chollo cuando mi profesora descubrió que era un engaño y que lo que yo tenía no era alergia sino jeta. Solo tuvo que preguntar a mis padres. Recuerdo esto al leer lo de la estafa de Gowex, una empresa capitaneada por un señor que hasta hace unos días era como las muelas de oro: sonreía y brillaba aunque tuviera la boca llena de porquería.

La diferencia entre pobres y ricos cabe en una pregunta. Nosotros preguntamos cómo se llega a un sitio y a los ricos no les interrogan para saber cómo han llegado hasta allí. Nadie quería comprobar que detrás de la gloria de Gowex no había nada. Nuestra confianza en el capitalismo nos ha dejado los suelos perdidos de emprendedores curtidos con las páginas salmón de los periódicos y los mensajes de las galletas de la suerte. Gente que sí tiene escrúpulos pero los utiliza para hacer empalmes en los cables que les pueden ayudar a subir todavía más arriba. Ellos no tiritan nunca porque son el frío y por eso soplan para ver si nos congelan con su aliento.

El chico Gowex era un modelo y ahí estaba el sistema para fotografiarse con él y venderlo como imagen del éxito. Y ahora, que se ha descubierto que lo que alumbraban los focos era mentira, tenemos un montón de alabanzas huérfanas de padre. Hay que ser rápidos y coger otro ejemplo para que la maquinaria vendedora de humo en la que hemos convertido nuestra economía encuentre otra efigie con la que repartir estampitas. Y con cada nuevo caso de cuentas de resultados falsas, una patada a las piedras para ver si aparece un emprendedor que haga el mal tan bien que no se le descubra el timo.

NOS DEJAMOS llevar por el truco o trato de las películas americanas para acabar siendo esclavos del gobierno del trato con truco permanente. Entre hacer la vista gorda y mirar por encima del hombro tiene que haber algo: "Y por mi parte, poco más. / Seguir mirando por el rabillo del ojo. / En la periferia del ojo se encienden fuegos nuevos. / Por las zonas fuera de foco entra lo que no tiene nombre. / En la periferia del ojo hay cuerpos suspendidos que desaparecen si los tratas de enfocar. / En el rabillo del ojo se ve lo que está a punto de aparecer. / En el rabillo del ojo es donde no hay centinelas. / En el rabillo del ojo es donde somos más vulnerables. / Desde el rabillo del ojo se renueva el mundo". En estos versos de Eva Lootz encuentro la clave: mirar por el rabillo del ojo. El meollo solo se ve desde las orillas.

Hace seis años de la muerte de Sergio Algora y los músicos del Prat de Llobregat le homenajean cantando juntos Pon tu mente al sol. "No, ninguno de nosotros estamos hechos con frío" dice la canción. En los ángulos muertos de las estructuras no hace calor pero el soslayo nos conserva la vista.

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