Mariano Rajoy va el próximo sábado a Cataluña. Su intención es participar en un acto del PP en el que el presidente pretende dirigirse (en especial) a los catalanes para expresar sus puntos de vista o intenciones en relación con el soberanismo. Dice que quiere explicarse bien, aunque la solución no hay que buscarla en la distancia geográfica. Puede ir a levantar la moral de la militancia popular en Cataluña y quedarse en eso. Rajoy necesita algo más. No puede cometer la torpeza de pensar que los dos tercios de ciudadanos que no acudieron a las urnas en el proceso auspiciado por la Generalitat se conforman con sus silencios y su inacción. El presidente ha de mover ficha, lanzar iniciativas de diálogo por mucha presión que tenga en su partido y en el sector más inmovilista de la sociedad. El PSOE ha empezado a moverse. De nada sirve ningunear sus propuestas. De nada servirá acortar la distancia geográfica si uno no se abre a gente que no piensa como uno, si uno no se arriesga, y sobre todo, si uno se mantiene enarbolando la ley como amenaza.