Solo Rajoy podía poner fin a la carrera política de Rajoy. Los estatutos del PP, los más caudillistas y verticales que quepa imaginar, hubiesen impedido cualquier cosa ajena a la voluntad del líder. Por eso, ayer, nos dejó un poco estupefactos (al menos a quien suscribe) que el expresidente del Gobierno hiciese mutis por el foro después de no haber querido dimitir antes o durante la moción de censura. Cabe suponer que don Mariano se vino abajo cuando pasó algo (su cese) que no preveía ni lograba entender. De alguna forma comprendió que ahora se abre un nuevo ciclo. Se sintió cansado, desolado, enfadado... Pero sobre todo captó toda la dimensión de la crisis que vive su partido y todo el centroderecha, una crisis sin precedentes, interna, que se contradice con la aparente hegemonía ideológica y electoral del liberalismo económico sin contemplaciones. Demasiado lío, demasiado esfuerzo, demasiadas incógnitas, se dijo a sí mismo. Y se fue.

En la era posRajoy el PP se sumerge en un incierto proceso para renovar su dirección. Lo hace tras haber perdido el Gobierno de España, con las encuestas en contra y compitiendo con otro partido de su misma cuerda que avanza a costa suya (Ciudadanos, claro). Semejante división en el campo conservador no se daba desde hace muchos decenios. Es algo nuevo y perturbador. Jamás se había fracturado de tal manera la voluntad unitaria y la disciplina esencial del centroderecha español. Solo faltó ayer la intervención (malintencionada y egocéntrica, como es habitual) del expresidente Aznar.

Rajoy deja tras de sí un fenomenal barullo. Su único consuelo es que el PP, semihundido, tendrá tiempo para reorganizarse y recuperar terreno en las próximas autonómicas y municipales. El fantasma de unas elecciones generales adelantadas, las que quería Albert Rivera, parece haberse esfumado. Y siempre cabe, para las derechas, la posibilidad de que el independentismo catalán se enzarze de inmediato con Pedro Sánchez y su Ejecutivo. O que suceda algún cataclismo financiero. En estos tiempos nunca se sabe.