Mariano Rajoy prefiere tener a Alberto Ruiz-Gallardón al lado, que enfrente. Y al alcalde de Madrid le interesa más estar dentro del PP que fuera... por ahora. Con tal conjunción de objetivos a corto plazo es lógico que Gallardón decidiera finalizar su rebeldía temporalmente demostrada durante una semana y dejar que Esperanza Aguirre continúe, ya sin trabas, su camino hacia la presidencia regional del partido de todos ellos.

Experto estratega, el alcalde comprendió que más vale una retirada a tiempo que una derrota estrepitosa, aunque por pura experiencia ya podría haber calculado antes de tirarse a la piscina cuál era el nivel de agua; apenas unos centímetros, según pudo ver el miércoles por la noche cuando asistió a la junta regional en la que se sintió barrido por sus compañeros de formación.

PERO UNAcosa es una rendición temporal y otra una huida. Gallardón no se irá del PP... al menos de momento. Le quedan tres años para dirigir la alcaldía madrileña, con la mayoría absoluta de la que dispone. A corto plazo su objetivo principal es el de conseguir que la capital de España sea designada sede de los Juegos Olímpicos del 2012. Suponiendo que no se vuelva a precipitar, que todo es posible cuando se trata del fogoso alcalde, tiene tiempo sobrado para esperar a ver lo que ocurre en la dirección nacional del PP, si cuaja definitivamente, o no, Rajoy en la presidencia y si los españoles acaban considerándole la alternativa al PSOE de Zapatero.

Gallardón es uno de los pocos políticos españoles que no esconden su ambición de llegar a ser presidente del Gobierno. Aunque para ello tiene que alcanzar primero el puesto de presidente de su partido. En cierto sentido, le ocurre lo que a José Bono en el PSOE, que le quieren más los votantes que los militantes, por no decir los dirigentes, que no le quieren en absoluto porque, como es lógico, recelan de él. Cuando estaba en Castilla-La Mancha, Bono expresaba su situación muy gráficamente. "Me gustaría ser presidente del Gobierno de España, pero no me gustaría nada ser secretario general del PSOE", decía. Las similitudes del actual ministro de Defensa con el alcalde de Madrid no terminan ahí. A Bono el PP le hacía la ola deliberadamente, por aquello de molestar a Zapatero, mientras el presidente castellano-manchego se aprovechaba de esos piropos para obtener votos de la derecha de su comunidad. Y Gallardón se beneficia de los amores que le profesan algunos socialistas para chinchar a Rajoy y los convierte en votos de la izquierda madrileña a su favor.

A PESARde todo ello, mientras aspire a la presidencia del Gobierno, Gallardón tendrá que permanecer en las filas del PP. Si es en puesto destacado, mejor. Y puesto tiene. No es de carácter orgánico, pero Rajoy le mantendrá como componente del núcleo duro del partido, el que se reúne los lunes por la mañana para diseñar la estrategia semanal. Las encuestas le avalan como la mejor alternativa al propio Rajoy para dirigir su partido, honor que comparte con Rodrigo Rato, que está lejos, en Washington. Si su nueva misión le sirve para eliminar recelos con sus compañeros de dirección y crear una corriente de cariño con la organización de base y los militantes, mejor a largo plazo para sus expectativas finales. Aunque la presencia de esas expectativas siempre sea un inconveniente: Gallardón lleva grabado en la frente el mensaje que proclama "soy el mejor". Y eso no crea simpatía en ningún partido, ni de España ni del extranjero.

Según como se desarrollan los acontecimientos, si de aquí al 2007 Rajoy se perfila como posible ganador, todas estas variantes, y más, podrán pesar en el alcalde de Madrid para hacer sus cálculos antes de decidir cómo se presenta a la reelección. Podría hacerlo como independiente o en un nuevo partido, lo cual constituye la apuesta de moda estos días en los cenáculos madrileños. Aunque entonces, como Bono advertía, tendría cegado el paso en su hipotético camino hacia la Moncloa. Lo único descartado de antemano por todos sus admiradores, adversarios e indiferentes es que Gallardón vaya a abandonar la política, en la que está inmerso desde los ventipocos años.

Mientras el alcalde deshoja esa margarita casi interminable, Rajoy sonríe. Ha sido el ganador de la breve crisis en el PP madrileño y la forma en que Gallardón ha tirado la toalla beneficia al nuevo presidente del PP ante los congresos regionales en ciernes. En Cataluña, Galicia, Valencia, Andalucía, quienes se oponen a la línea oficial pueden ir tomando nota de que la dirección nacional recién elegida no aceptará órdagos de nadie. En política, el ahora manda sobre el luego. Por eso Rajoy le ha ganado la partida a Gallardón.

*Periodista.