Ese cliché habitual en la retórica al uso lo tengo atragantado. Porque cada vez que oigo a alguien adornarse con lo de «como no podía ser de otra forma...» sé positivamente que va a soltar o una trola descarada o a enunciar algún falso dogma. En realidad las cosas siempre pueden (y a menudo deben) ser de otra forma. Salvo el contenido de una reunión secreta entre Rajoy y Urkullu, o el último golpe de mano en el Parlament para imponer la secesión por lectura única, o una deposición del actual presidente del Gobierno de España ante el tribunal que juzga el caso Gürtel. En estos casos, sin duda, el evento sólo tiene una versión y un resultado. No hay alternativa.

Lo que iba a pasar en la Audiencia Nacional estaba cantado. Será todo lo vergonzoso, anormal, ridículo o como ustedes quieran calificarlo. Pero todos sabíamos que don Mariano diría lo que dijo. Como no podía ser de otra forma, él dirigió campañas electorales del PP y aun el propio partido sin saber nunca cuánto dinero había ni de dónde salía. A Correas no lo conocía ni de la boda de la hija de Aznar. Ignoraba cómo se pagaron las obras de Génova. Se mensajeó con Bárcenas por pura cortesía. Nunca supo ni le constó ni se enteró de nada... Y hablemos de Venezuela, que diría Hernando.

Como no podía ser de otra forma, el presidente del tribunal cortó de cuajo las preguntas descorteses. El deponente se sentó en el estrado a la altura de los mismísimos jueces. Los acusados hicieron mutis por el foro para no estropear con su sospechosa presencia la imagen del jefe. Los portavoces del PP salieron en tromba a arropar a su líder con declaraciones faltonas e insufribles. A Esperanza Aguirre se le apoderó la cólera al verse puesta al pie de los caballos por el justiciero Rajoy. Y este remató la mañana admirándose a sí mismo del denuedo y la sinceridad con que lucha contra la corrupción.

Así estamos, viendo cómo la democracia sigue depreciándose en Madrid (y en Barcelona, que el patriotismo no tiene fronteras) a velocidad vertiginosa. Como no podía ser de otra forma, claro.