Definitivamente, Mariano Rajoy no hizo caso a las críticas que suscitó su triunfalismo económico en un acto con empresarios y que después tuvo que matizar. Tampoco oyó a quienes le advertían de que sería un error que convirtiera el balance del año en otra comparecencia triunfalista. Ayer, de los 20 minutos que duró su intervención inicial, 15 los dedicó a efectuar un optimista balance del año que acaba, con dos referencias a éxitos en política exterior, y en los restantes cinco minutos solo le dio tiempo para introducir un par de frases sobre la corrupción y reivindicar la estabilidad política.

PREVISIBLE

Es evidente que se observan signos de recuperación de la actividad económica, pero eso no autoriza el triunfalismo de Rajoy. Las cifras pueden usarse de maneras muy distintas. Cuando el presidente se felicita de la inflación cero porque favorece a los pensionistas y a los perceptores del salario mínimo, se olvida del peligro de deflación. De eso no dijo ni una palabra. O cuando desgrana el número de puestos de trabajo creados y nuevos afiliados a la Seguridad Social, la mejor forma de apuntarse el tanto es no compararlos con ninguna cifra no fuera que el recuento resultara aún negativo en relación a los números del 2011, cuando llegó al Gobierno.

Ni en el turno de preguntas fue posible que Rajoy se saliera del guion ni en los datos económicos ni en temas como la lucha contra la corrupción o el conflicto soberanista sobre el que insistió en que puede hablar de todo menos de la unidad de España, la soberanía nacional y la igualdad entre los españoles, y ni siquiera entró a comentar las palabras, mucho más precisas y extensas, del Rey sobre este asunto. Volvió a ofrecer al PSOE un pacto anticorrupción y reiteró con nulo entusiasmo su deseo de que quien propone una reforma constitucional le presente una oferta. Fue todo tan previsible que la única novedad digna de mención reside en la defensa y reivindicación del bipartidismo frente a la amenaza para el sistema de partidos que representa Podemos. Para Rajoy, la estabilidad es un valor y cuando no existe aparecen la inestabilidad, el retroceso y la pérdida del bienestar. Pero sus palabras no responden al interrogante de que si todo va tan bien y la recuperación es un hecho, ¿por qué un partido como Podemos no deja de crecer en las encuestas?