Los escritores deberíamos estar hoy, 23 de abril, día del patrón San Jorge, en el Paseo de Independencia de Zaragoza, en las librerías tendidas al paso de la gente, con nuestros lectores, charlando al aire libre, firmando libros, compartiendo los placeres de la ficción, pero no ha sido posible. Habrá que esperar, el bichito sabrá hasta cuándo. Entre tanto, no hay por qué ralentizar la actividad creativa, la práctica de la escritura ni las buenas lecturas. Para descubrir a nuevos autores o volver a disfrutar de los clásicos no hay pandemia que valga.

Si de autores aragoneses hablamos, deberíamos seguir homenajeando a uno situado a gran distancia de los demás: Ramón J. Sender. Es una pena que los jóvenes lo desconozcan, que no se estudie en los colegios ni se lea en los institutos, porque su obra está vigente y la calidad de su prosa a la altura de los mejores novelistas españoles.

De hecho, Sender es uno de ellos. Para mí, el más variado, completo e interesante novelista español del siglo XX. Bastante por encima de Camilo José Cela, cuyo oscuro pasado como falangista con Falange, franquista con Franco, demócrata con Suárez, y allá donde pudo delator y censor, también estuvo en consonancia con su irregular carrera literaria. Mezquinamente Cela se opuso a la candidatura de Sender al Premio Nobel, que habría merecido por delante de él. La obra del escritor aragonés, autor de un centenar de libros, era superior a la suya. En España, hasta su exilio, y después en México y Estados Unidos, el genio de Chalamera escribió obras maestras como Imán, Réquiem por un campesino español, El rey y la reina, Míster Witt en el cantón, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, Monte Odina o Crónica del alba…

Esta última, con sus miles de páginas, cientos de personajes, vivencias y aventuras, marca la diferencia de un autor comprometido con una época, representativo de la misma y capaz de encauzarla literariamente a modo de una saga a la altura de Roger Martin du Gard, Thomas Mann, Pío Baroja o cualquier otro grande en quien queramos pensar.

Sender para Aragón: una luz.