Al mismo tiempo que Sadam Huseín, el supervillano del nuevo milenio, comparecía por fin ante un tribunal (o algo así), el Gobierno español decidía enviar un fuerte contingente militar a Afganistán. Andaban los del PSOE de Congreso triunfal (¿triunfal?), se revolvían rabiosos los del PP hechos un puro embrollo y el Congreso de los Diputados se disponía a investigar los sucesos del 11-M; sucesos tan evidentes y notorios en su día que nadie sensato logra explicarse qué diablos cabrá averiguar ahora. Nos levantamos y nos acostamos rodeados de rituales que celebran los políticos, difunden los media y tienen como destinataria una opinión pública cada vez más recelosa, saturada y cansada de que el adjetivo mentiroso se haya convertido en el epíteto de moda.

Las escenificaciones al uso son cada vez más confusas y contradictorias. Vean ustedes el tema de las tropas. Zapatero mandó venir a los soldados españoles enviados por Aznar a Irak. Entonces, Rajoy (también Aznar desde los mismísimos Estados Unidos de América) se opuso y advirtió muy serio se estaba debilitando el gran frente democrático contra el terrorismo internacional (o sea, islamista).

Mas ahora es el socialista quien, en uso de sus facultades y previa comunicación al Congreso, levanta otra hueste para irse a reforzar el dispositivo de la OTAN en Afganistán. ¿Lo comido por lo servido? Pero lo más curioso de todo es que los jefes del PP, en vez de aplaudir este nuevo giro en la política exterior que hasta cierto punto sintoniza con su manera de ver el mundo, se han cogido un rebote de mil pares y critican a sus antagonistas por tramposos y fingir repliegues para luego compensarlos con nuevos despliegues. Lo cual que los conservadores han acabado por cumplir en este tema el papel crítico que uno hubiese adjudicado inicialmente a la izquierda pacifista. Total: un lío.

Realmente la actual ocupación de Afganistán es algo más legal y menos onerosa en vidas humanas que la de Irak. Eso, sin duda. Pero tampoco en el primero de ambos países existe por parte de Occidente (básicamente los norteamericanos) una estrategia coherente. La OTAN sólo controla Kabul y poco más, los señores de la guerra siguen mandando en el país real financiando sus operaciones con el cultivo de opio y el procesamiento de heroína, los talibanes, acechan, Bin Laden juega al escondite, los afganos mueren en remotas y absurdas batallas y las afganas sufren bajo el chador ... Si esto es una nación caminando hacia la democracia, que venga Alá y lo vea.

¿El gran combate mundial contra el terrorismo? Puro teatro, ritual vacío. Para que Bush jr. se haya podido permitir el lujo de juzgar a Sadam, decenas de miles de iraquíes inocentes han muerto y van a seguir muriendo. Y el terrorismo islamista está más fuerte que nunca (hablando en términos relativos). Acabar con la dictadura del tirano de Bagdad y escenificar una desastrosa guerra hipertecnológica ha salido tan caro, que vamos a pegarnos unos cuantos años pagando las facturas y remendando los rotos.

Lo único que podemos saber a estas alturas es que el antiterrorismo ha supuesto una fabuloso dosel bajo el cual ritualizar la mentira. Por eso resulta alucinante que debamos soportar durante las próximas semanas una investigación parlamentaria sobre lo que hubo o no hubo antes y después del aciago 11 de marzo. O sea, que estuvimos setenta y dos horas viendo al Gobierno de Aznar y escuchando a sus voceros Acebes y Zaplana intentar colarnos una trola monumental sobre la masacre de Madrid; contemplamos cómo el PP se quedaba sólo en escena, convocaba oficialmente las manifestaciones, imponía los lemas de las pancartas, decía una y otra vez que había sido ETA, daba directrices en ese sentido a las fuerzas de seguridad y a los diplomáticos, presionaba a los medios de comunicación españoles... ¿Y después de todo eso todavía queda algo por investigar? ¡Pero si pudimos verlo todo por televisión! ¿O aún no está suficientemente claro que Aznar y su Gabinete de Crisis (o lo que fuera el contubernio) lo único que intentaron en ese momento fue reinterpretar la realidad para ganar unas elecciones que se les habían puesto complicadas? Lo que pasó es que se les fue la mano y el truco escénico no coló, que la gente no es idiota.

En todo caso quede claro que el terrorismo islamista es un problema serio pero probablemente no fundamental para el futuro de la humanidad. Desde el 11-S americano no han parado de vendernos motos al respecto. Incluso algunos intelectuales neoconservadores hablan de que ya nos encontramos en la Tercera Guerra Mundial (¡!).

Pero la verdad es que Al Qaeda y su trama carecen de capacidad militar para hacer mucho más daño del que ya han hecho. El azote del terror está castigando más a los propios musulmanes que a los cristianos. Y la posibilidad de que los comandos de Bin Laden dispongan algún día de armas de destrucción masiva (o sea, de ingenios nucleares) es muy remota. La peor amenaza que nos proyectan en estos momentos los integristas es su capacidad para alterar el mercado del petróleo y dejarnos sin gasolina.

Los amos del mundo nos van entreteniendo con sus rituales. Así, entre otras cosas, están consiguiendo que no visualicemos amenazas estratégicas mucho más obvias; por ejemplo la paulatina y constantemente acelerada destrucción de la Biosfera. Del terrorismo medioambiental casi nadie habla.