Rodrigo Rato ya es el primer ejecutivo del Fondo Monetario Internacional por amplio consenso de los países que dominan la economía globalizada, desde EEUU y la UE hasta Japón y Arabia Saudí. Su elección responde al principio de que el FMI --creado por los aliados al final de la segunda guerra mundial-- lo preside un europeo. Que se trate de un español es relevante por ser la primera vez. Pero tampoco resulta insólito si recordamos los cargos internacionales que han desempeñado en otros ámbitos Solana, Samaranch o Mayor Zaragoza. En la elección de Rato, la mejor pieza de los gobiernos del PP y hombre clave de sus éxitos económicos, han influido las circunstancias. Aznar sorprendió al no designarle sucesor, y se desconoce el papel que le hubiese ofrecido Rajoy si hubiese ganado las elecciones generales. Pero su candidatura se gestó antes del 14-M, avalada por su prestigio en los ocho años que representó a España en los foros económicos y financieros mundiales. En su primera comparecencia pública, Rato dejó claro que está en línea con la ortodoxia ideológica que inspira al Fondo: primero garantizar su concepto de estabilidad económica; después, y sólo después, todo lo demás. El FMI acierta con esta elección.