Se llama Rodrigo Rato y ha ocupado cargos relevantes, como vicepresidente y ministro de Economía en el gobierno de España (1996-2004), director-gerente del Fondo Monetario Internacional (2004-2007) y presidente de Caja Madrid-Bankia (2010-2012). En su etapa de dirigente político fue considerado un genio de la economía y principal responsable del «milagro económico español», alabado por muchos y presentado como un titán de la planificación económica. Pero, en realidad, este delincuente, condenado a cuatro años de cárcel por apropiación indebida, entre otros delitos, soberbio y altanero como pocos, era un depredador de lo público. Siendo ministro de Economía auspició la nueva Ley del suelo que permitía construir en cualquier parcela que no estuviera protegida, lo que desencadenó una burbuja financiera e inmobiliaria que acabó siendo un desastre; privatizó empresas públicas como Argentaria y Tabacalera, lo que supuso un «pelotazo» multimillonario para los amiguetes de turno y una disminución cuantiosísima del patrimonio público; concedió licencias para la explotación privada de autopistas que han sido una ruina y que ha habido que rescatar con fondos públicos; ideó el llamado «déficit de tarifa» para el consumo eléctrico que ha provocado un agujero en las finanzas estatales de unos 20.000 millones de euros. Y así, unas cuantas «perlas» más de este «mago» de la economía. Y mientras el señor Rato cometía todas esas tropelías, algunas de las cuales fueron imitadas por Pedro Solbes, su sucesor como ministro de Economía ya en el gobierno de José Luis Rodríguez Zapatero, el entonces vicepresidente de José María Aznar mantenía cuentas opacas en paraísos fiscales, evadía impuestos y tenía sociedades opacas en Panamá. Todo un ejemplo de buen español. Esta misma semana se ha visto al tal Rato declarar en el Congreso de los Diputados con chulería, tratando a los diputados (allá ellos si se dejan) con una displicencia y un desprecio que los representantes del pueblo español no deberían haber consentido de ninguna manera y acusando a sus antiguos conmilitones, entre ellos a varios ministros, de conspirar para meterlo en la cárcel, de revelar sus datos fiscales y de incapacidad manifiesta para la gestión de los asuntos públicos.

Antes semejantes declaraciones, una de dos: o los ministros aludidos se querellan inmediatamente contra Rodrigo Rato o habrá que colegir que las acusaciones son ciertas, en cuyo caso ya tarda un juez en procesar a los ministros Montoro, Catalá, Yánez y De Guindos.

*Escritor e historiador