Hace unos días el dibujante zaragozano Javi Royo publicaba una viñeta donde en la cabeza de un humano había un ratoncito llamado covid girando permanentemente en una rueda. Lo cierto es que cuando la vi pensé así está el cerebro de la mayoría de las personas que conozco, en un bucle permanente con el maldito y no sabiendo hacia donde tirar. Es lamentable pero, así es. Podía tener su sentido en el momento inicial pero, ¿a estas alturas? ¿Cómo podemos seguir tan desorientados? Creo que hay dos elementos clave: la falta de discurso único o criterios homogéneos y la ausencia de proyección a futuro. Vivimos en una especie de ceremonia de la confusión infinita.

La bronca enraizada en las instituciones no ayuda nada. ¿Qué incapacita a nuestros representantes para llegar a acuerdos que armonicen respuestas? Desde luego que hay una certeza clara: el insulto no es el camino. Y de momento es el único lenguaje que nos está llegando a los ciudadanos. También están las sentencias judiciales que agrandan la confusión. Por qué en Castilla o en Extremadura se puede confinar perimetralmente y en Aragón no se ejecutó con La Almunia y ahora sí con sus capitales. Todas estas cuestiones tendrán su justificación en el marco legal, pero en el raciocinio humano, como mínimo, no. Ni parecen justas. Y ojo, que estos agravios comparativos pueden llegar a ganar cierta desafección hacia la figura del Estado de las autonomías y el discurso de «una y grande» va ganando terreno peligrosamente, punto que machacó Santiago Abascal en la aguada moción de censura de las hordas de Vox. ¡Mal panorama para la especie humana no saber a qué atenerse! La desolación se instala al ver cada vez más borrosa la luz al final del túnel. No se ven muchos gestos, ni actos que inviten a pensar que se están tomando medidas para que en el futuro las cosas cambien. La falta de médicos, por ejemplo, era un mal que ya sufríamos antes de la pandemia y que ahora se ha manifestado y agravado. Está claro que cuando lo que faltan son medios materiales es cuestión de poner dinero encima de la mesa o instalar camas en capillas, pero un médico no se hace de un día para otro.

¿Saben cuántas plazas ofreció la Facultad de Medicina de la Universidad de Zaragoza en el curso pasado? 180, ¿y para este? Las mismas. ¿Cuál es el criterio para formar personal médico? Evidentemente la necesidad social de profesionales no lo es, a no ser que haya otros agentes fácticos que no dejen desempeñar su papel a la universidad. Desde mi rincón apelo a dejar de lado el tono borreguil, a que la política de nivel, la que se escribe con mayúsculas vuelva a España y se dedique a hacer lo que tiene que hacer, que es sentarse, hablar, negociar y pactar por el bien común. En definitiva, que frenen la velocidad de la rueda sobre la que corre y corre ese ratoncito llamado covid en la cabeza de todos nosotros.